Aunque ya había participado en algunos grandes títulos como 'Lock & Stock' o 'Snatch', la verdadera consagración de Jason Statham no llegaría hasta protagonizar la entretenidísima 'Transporter', un trepidante festival de persecuciones, peleas y explosiones tan sencillo en su premisa como efectivo en su ejecución. Amparado bajo la tutela de Luc Besson —productor y guionista—, Statham iniciaba así su carrera como tipo duro dando vida a Frank Martin, un habilidoso conductor que se dedica a aceptar encargos de dudosa legalidad. Todo ello sin hacer preguntas y respetando siempre una serie de férreas normas que la película, como cabría esperar, no tardará en poner a prueba al tiempo que todo el código ético de Frank comience a desmoronarse. Era, en cierto modo, el mismo perfil de antihéroe impasible que años más tarde veríamos en la aclamada 'Drive', solo que entregado aquí a un frenético producto mucho más preocupado por la espectacularidad de su propuesta que por dotar de un sentido a todos sus excesos.

De hecho, no han sido pocas las críticas que siempre se han referido a 'Transporter' como una producción excesivamente básica, previsible y muy poco creíble incluso para su género, aunque, haciendo un paralelismo con la primera de las tres reglas de Frank —No cambiar nunca el trato—, es justo decir que la película nunca se vendió como algo más de lo inicialmente pactado. Y sí, es verdad que la trama no tiene mucha miga y que hay escenas en las que se flipan demasiado, pero esa es, en buena medida, gran parte de la gracia de una película en la que Statham, elevado aquí a Dios del volante y las artes marciales por igual, será tan capaz de recorrer las estrechas callejuelas de Niza a velocidades endiabladas como de llevar a cabo coreografías imposibles. La indudable belleza de los paisajes de la Costa Azul combinada así con la vistosidad del mejor cine de acción hongkonés —se nota la mano de Corey Yuen en la dirección— en apenas hora y media de adrenalina en vena. Evasión palomitera en su forma más pura.

La película que consolidó a Jason Statham en la fama.

Lo primero. No entiendo la fama de esta película.

Lo mejor es el inicio y eso es algo malo porque a partir de ahí es una caída en picado, llena de escenas absurdas, un guión regulero y unos villanos de pandereta.

Así que creo que lo mejor para ver esta película es tomársela como una parodia, que puede que sea lo que intentaron.

Me ha quedado demasiado negativa la crítica, pero es lo que nos suele pasar, que destacamos lo malo antes que lo positivo muchas veces. Pero en general está bien, para pasar el rato.

Me van a disculpar ustedes el atrevimiento, pero esto me parece un peliculón del cine moderno de acción. Igual me estoy flipando mucho, pero es que cuando la vi por primera vez me impactó bastante y desde entonces le tengo un gran aprecio.
Jason Statham está perfecto en su papel de tipo duro pero carismático y consigue que su personaje, aunque de primeras parece frío y un poco capullo, nos suscite interés y curiosidad enseguida. Hace de tío metódico, de un "transportador" profesional que se dedica únicamente a transportar personas u objetos en su coche desde el punto A al B, sin hacer preguntas y sin cuestionarse la legalidad del asunto. Siempre sigue sus 3 reglas de oro (1-Nunca cambiar el trato, 2-Sin nombres y 3-Nunca abrir el paquete), pero en la peli pasa algo que le obliga a cambiar todo y a dejar de lado sus normas.
Ahí ya tenemos algo de evolución en el personaje y la seguiremos teniendo hasta el final, que ya es algo que tampoco suele verse demasiado en este tipo de cine de hostias y persecuciones. Porque eso sí, la peli es más que nada acción pura y dura y ahí es la puta hostia. Ese tipo de escenas están rodadas tan bien que da gusto verlas.

Las secuelas ya son otra cosa, ahí debo decir que bajan mucho el listón, pero ésta es una pasada.