
Shirley MacLaine
Irma La Douce
Un infeliz gendarme, fiel cumplidor de su trabajo, se enamora perdidamente de una prostituta a la que detiene en una redada. Por ella dejará su trabajo, se enfrentará al chulo que la explota y, gracias a un golpe de suerte, se convertirá en el nuevo matón del pintoresco barrio de "Les Halles", el mercado de abastos de París. A partir de ese momento, aunque con ciertos escrúpulos, vive de la chica, que lo considera su nuevo protector, y él por amor la deja hacer.
No me canso de repetir mi amor por el cine de Billy Wilder y, una vez terminada su filmografía, intento con gran placer redescubrir algunas de sus obras. Es el caso de “Irma la Dulce”, en la que pone en escena el encuentro entre un policía honesto que quiere devolver la moralidad a la decadencia parisina y una prostituta que considera que su "trabajo" es honesto y completamente normal. Esta película es una gran broma, una farsa disparatada ambientada en un París, donde las "filles de joies" se enorgullecen de tener carreras y mantener a sus chulos. Tres años después de la fabulosa “El Apartamento”, el cuarteto formado por Billy Wilder, I. A. L. Diamond (guionista habitual de Wilder entre 1959 y 1981), Jack Lemmon y Shirley MacLaine regresan para esta adaptación de un musical que nos traslada al corazón de París, en el barrio de Les Halles. Un París colorista, recreado en estudio, al que no le faltan ni clichés ni encanto. Y eso es, en definitiva, lo que me ha gustado de la película, porque si bien está lejos de los mayores éxitos de Wilder en el género de la comedia costumbrista, no deja de ser realmente simpática, encantadora y ligera, con algunos juegos de palabras y secuencias para las que el dúo Diamond/Wilder parecen tener el secreto.
Y Wilder siempre tiene ese sentido de la burla, esa forma de jugar con los clichés y de romper la moral convencional. Aquí, esa moralidad la encarna primero un policía que pretende aplicar la ley al pie de la letra... ¡hasta que descubre que su jefe estaba él mismo entre las prostitutas! Luego se enamora de una de ellas, ¡pero aún así quiere seguir con su trabajo! Wilder aborda el dinero, el sexo, el amor y las relaciones, utilizando brillantemente la farsa para descifrar sus códigos, lo que da lugar a algunas situaciones muy divertidas y bien elaboradas. Pero la razón de que funcione tan bien es que Wilder demuestra una vez más todo su talento y pinta un cuadro de personajes consistentes, ambiguos y sobre todo muy entrañables (ya sean la pareja protagonista o personajes secundarios como el camarero), capaces de hacernos pasar por varios sentimientos, incluyendo por supuesto (y sobre todo) la risa. Con la ayuda del Diamond, escribe diálogos cincelados e imparables, secuencias llenas de buenas ideas (la introducción, la llegada del señor, el desenredo de Lemmon, etc.) y una estupenda dirección de actores, donde el genial Jack Lemmon no cae nunca en la pesadez y se muestra divertidísimo, gracias en particular a su mímica, mientras que la chispeante Shirley McLaine se divierte llevando a los hombres de cabeza y ¡sigue con su oficio para apoyar a su hombre! Donde "Irma la Dulce" me decepciona un poco e impide que llegue al nivel de otras comedias de Wilder es en su segunda mitad, que se alarga demasiado y contiene algunos recursos argumentales fáciles y/o decepcionantes. Algunos de los gags no funcionan tan bien, o incluso parecen demasiado forzados, y el ritmo frenético con el que comienza esta comedia se desvanece poco a poco. Es una pena, pero no es perjudicial, ya que el conjunto sigue siendo de gran calidad, a veces irresistible y terriblemente entrañable.
En resumen, puede que Billy Wilder haya producido obras más brillantes en su rica e ilustre carrera, pero sería una pena perderse ésta, hasta el punto de que el director, reunido con su guionista, su actor favorito y la chispeante Shirley McLaine, se divierte rompiendo códigos y jugando con la moral vigente en la época, para un resultado al que no le falta encanto, humor ni ternura.
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