
Marion Cotillard
Lilly Bertineau
Daniel, un joven repartidor de pizzas, consigue hacer realidad uno de sus sueños: obtener la licencia de taxi. Pero un encuentro fortuito con Emilien le pone en un aprieto: para conservar su licencia de taxi, han de detener a una banda que está desmantelando los bancos del país.
Creo que estaremos todos de acuerdo en que hay tres factores determinantes a la hora de pedir un taxi: buen precio, puntualidad y calidad en el servicio. El primero es una batalla perdida, mientras que los otros dos dependen en buena medida del conductor que nos toque. Los hay más y menos profesionales, mejor y peor preparados y luego está Daniel Morales, un temerario taxista con un coche trucadísimo, un incontestable talento al volante y muy poco o ningún respeto por las normas de circulación. Sus viajes son toda una experiencia no apta para para cardíacos, pero, de algún modo, también suponen una especie de contrato inquebrantable: si al pasajero no se le sale el corazón por la boca en alguna curva, llegará a tiempo a su destino. Una adrenalítica propuesta que, aparte de no escatimar en el apartado cómico, también nos ofrecerá grandísimas secuencias de acción y una trama bien trabajada en la que Daniel, tras perder su licencia en otro de sus demenciales trayectos, acabará colaborando con la policía para atrapar a una banda de atracadores de bancos.
Y sí, la fórmula parece la típica de otras tantas películas de conducción, solo que llena de puntazos de humor y con unos protagonistas rebosantes de carisma. La mano de Luc Besson en el guion se hace más que evidente en ambos aspectos, aportando su característico tono irreverente a cada escena —incluyendo sus trepidantes y alocadas persecuciones— y perfilando a unos personajes que apenas necesitan un par de frases para ganarse nuestro cariño. En ese sentido destaca un reparto bastante apañado en el que todos cumplen sobradamente, ya sea el poco conocido Samy Naceri —actor normalito pero con un descaro brutal— como Daniel, una jovencísima Marion Cotillard en el papel de su novia o Frédéric Diefenthal haciendo de policía torpe pero entrañable. Tampoco es que vaya a pasar a la historia como un peliculón, pero desde luego da lo que promete: acción, velocidad, mucha guasa y carreras imposibles por las pintorescas calles de Marsella. Trepidante, económica y cumplidora. Buen servicio.
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