
Eva Mendes
Kay M
"Holy Motors" narra 24 horas en la vida de un ser con múltiples caras: asesino, mendigo, ejecutivo, monstruo, padre de familia... El protagonista tiene una identidad completamente distinta en cada una de estas vidas. Encarna personajes como si se tratase de una película dentro de una película. ¿Pero dónde están las cámaras, el equipo de cine, el escenógrafo? ¿Y dónde está su casa, su refugio?
Acabo de ver 'Holy Motors' y me duele la cabeza. No, no es que me doliese ya de antes, es que estas casi dos horas de cine surrealista y experimental me han dejado el cerebro como un batido de chirimoya. La película, construida como un ejercicio de metacine donde resulta complicado separar todas sus capas de ficción, narra 24 horas en la vida de Monsieur Oscar, un hombre que parece dedicarse a la interpretación y que va adoptando diferentes identidades a lo largo del día. Sin embargo, nunca veremos una cámara, ni al director ni a ningún otro miembro del set de rodaje, haciendo que enseguida nos preguntemos quién dirige a Oscar y para quién actúa. 'Holy Motors' discurre así como una sucesión de fragmentos aparentemente inconexos en los que todo vale, siendo cada espectador quien deba darles un sentido y sacar sus propias reflexiones.
Mi conclusión personal es que 'Holy Motors' es, ante todo, un reflejo transgresor de la sociedad moderna. Concretamente, un reflejo de la rutina diaria en la que estamos atrapados, de todas las tareas anodinas que tenemos que hacer y que en realidad odiamos y de los distintos papeles que asumimos según el contexto en que nos encontremos. Nuestra vida parece a veces una película cuyo guion ha sido escrito por otros y 'Holy Motors' juega con eso para ofrecernos un relato realmente provocador, aunque también terriblemente difícil de digerir. Yo me veo en la obligación moral de advertiros de que la experiencia puede resultar tan desconcertante y plomiza como interesante y cautivadora, por lo que debe ser cada uno quien la vea y juzgue si es una maravilla irrepetible o una fumada sideral (por mi nota ya podréis imaginar lo que pienso yo (ಥ◡ಥ)).
Holy Motors es un batiburillo de escenas absurdas sin mucha coherencia a través de un hombrecillo que interpreta a distintas personas a lo largo del día. Si el surrealismo no me agrada, esta película sería el epítome perfecto. Insufrible por incoherente y ridícula. Poco puedo esperar de un transgresor como Leos Carax, heredero de lo peor de la nouvelle vague.
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