Envuelta en polémica y con la presión de tener todos los focos puestos sobre ella llegó 'Patria', la historia de dos familias, un pueblo y una sociedad marcadas por la lacra del terrorismo. Una historia que refleja treinta años de dolor, de intentar volver a vivir, de hacer las paces con el pasado y de dejar sanar una herida que, tristemente, parece que todavía tardará mucho en cicatrizar.

Sobre todo el tema de la polémica, el mejor consejo que puedo dar es que la veáis sin dejaros guiar por aquellos que la criticaron a raíz de un cartel promocional —muy desafortunado pero nada representativo de la serie— sin tan siquiera haber visto ni un solo capítulo. Personalmente no he visto apología del terrorismo ni equiparación de dolor entre víctimas y verdugos. Al contrario, una vez vista siento todavía más rechazo por cualquier tipo de acto terrorista y más empatía por todos los que han tenido la desgracia de padecer sus consecuencias. La serie se limita a exponer una visión más amplia de los hechos, donde cada personaje tiene su propio punto de vista pero dejando siempre claro quién es el que sufre y quién es el causante de dicho sufrimiento.

Valiente, necesaria y profudamente respetuosa. Muy recomendable.

Si hay una serie que tenía todas las papeletas para estar en el ojo del huracán (al menos el twittero) esa es ‘Patria’. Ya solo el cartel promocional causó un intenso revuelo con comentarios del tipo “bah, apología del terrorismo”, “bah, ¿y las víctimas qué?” o mi favorito “bah, pues yo paso de verla porque todos los vascos son unos cabrones”. Nos gusta juzgar antes de ver el producto, un hándicap del ser humano. Pero ‘Patria’ ha demostrado una fidelidad extrema al enorme libro de Fernando Aramburu, confirmando que no existe en ella ningún tipo de apología terrorista ni de victimización histriónica de las víctimas, al contrario. El peso narrativo recae sobre dos familias, la de Bittori y la de Miren. Ambas familias se tenían en gran estima hasta que Txato (el marido de Bittori) es asesinado por ETA . Joxe Mari, hijo de Miren, pasa a ser el sospechoso principal convirtiendo una amistad de toda la vida en nada más que polvo y resentimiento. Pero siempre hay espacio para el perdón porque para mí, tanto el libro como la miniserie hablan de perdón. De perdón y de verdad, sobre todo de la necesidad de perdonar para poder seguir viviendo y dejar marchar un dolor tan intenso que te atenaza todo el cuerpo. Me quedo sin palabras viendo el acoso y sufrimiento de las víctimas del terrorismo, parias en su propio pueblo frente a las amenazas. Asesinados en nombre de una lucha inútil que solo se ha cobrado sangre y muerte.
Pocas obras pueden tratar un tema como los crímenes de ETA con tantísimo respeto, pulcritud y sensibilidad. Una serie conmovedora y muy necesaria para no olvidar nunca, para recordar siempre y para poder hablar de las heridas abiertas de un país. Porque las heridas si no se curan sangran, constantemente.

A pesar de todo el revuelo que se montó con la serie por su cartel promocional, Aramburu dejó claro lo siguiente: "Atribuyo el cartel a una estrategia de márquetin que no comparto. Incumple una norma que yo me impuse cuando escribí mi libro: no perder de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen. La serie, en mi opinión, sí lo hace.". El libro cumplió su propósito en lo que mostraba y la serie lo ha hecho con creces. Y es de reconocer el gran trabajo en la dirección que ha realizado Aitor Gabilondo en la primera serie española de HBO Europe. Aunque la nota pueda parecer un poco subjetiva, me parece que es merecida.

Basada en el libro homónimo de Fernando Aramburu, Patria nos muestra el conflicto social de la lucha contra el terrorismo en un pueblo de Euskadi y cómo afecta a dos familias. El gran acierto que tiene es que muestra una de las múltiples realidades de la sociedad vasca en estas dos familias durante los años del plomo (asesinatos por terrorismo) hasta la fecha de la disolución. El dolor se muestra desde el primer momento, con la muerte de Txato y con la otra familia teniendo un hijo en la cárcel. La serie sigue la misma línea narrativa que la novela, y eso es posible que a mucha gente le puede costar seguir y/o gustar. El silencio, la lluvia y la soledad juegan un papel muy interesante, y recuerda a la realidad de algunos lugares del País Vasco. Todo para dar lugar a ese nuevo amanecer con un atisbo de esperanza, para la reconciliación y un análisis durante los años anteriores del dolor y el odio entre las dos familias. Lo íntimo atravesado por lo político en cada plano. La historia parte de un acercamiento en un pequeño pueblo, al silencio cómplice, las miradas, las pintadas y la convivencia cotidiana con el miedo. El acosado era el apestado y la víctima, la señalada, mientras algunos chavales asistían a manifestaciones, causaban disturbios y entraban, sin grandes inquietudes ideológicas, en la lucha armada. El valor de la serie es poner en imágenes ese diálogo entre el pasado y el presente, el paso del tiempo experimentado por una sociedad que avanzaba y estaba harta de bombas. Gabilondo usa con precisión los saltos temporales para fluir entre épocas y personajes gracias, en parte, al gran trabajo de caracterización de los intérpretes.

El reparto es de mención, máxime si además era tal y como te lo imaginabas en el libro. Y había escenas que aun tocándote, te dejaban con un mal cuerpo para la noche o el día siguiente. Había días que no evitaba recordar a familiares míos verlos identificados en algunos personajes de la serie y que, con sus acciones, y me dejaban con la boca abierta y con lágrimas en los ojos. Será por la cercanía con la que lo vivieron, pero a mí me ha llegado esta serie y mira que pocas lo han conseguido. Es una pena que una serie que trata sobre temas políticos eche para atrás a mucha gente por lo que representa, pero es una realidad de lo que pasó que tarde o temprano debemos aceptar. Ganadora con el Ondas a la mejor serie dramática del 2020 y con razón, porque era una de las candidatas y creo que ya deberíamos quitarnos la venda de que las series españolas son malas por naturaleza (se ha visto con Antidisturbios, Veneno o El Ministerio del Tiempo) y que hay grandes productos y de calidad. Con mucho simbolismo y muchos detalles que fijarse en el ambiente, las personas y sus acciones puedo asegurar que es la serie del año y que, aún pudiendo no merecerse esa nota, sí creo que es la mejor miniserie española. Gracias Aramburu por ese gran libro, a Gabilondo por esta gran serie, a todos los que vivieron para contarlo y al grandioso reparto de esta serie. Ahora que se habla mucho de estos temas recomiendo el documental de Jon Sistiaga "ETA: El Final del Silencio". "No es cuestión de buenas o malas personas. Al final esta guerra se ha llevado por delante a más buenas que malas personas, como en todas"