La verdad es que desconozco los motivos que llevaron a los Monty Python a elegir 'Flying Circus' como título de su programa, pero sin duda le viene que ni pintado. Bien sea traduciéndolo como «circo volador» o bien como «circo ambulante», el concepto no solo refleja perfectamente la naturaleza disparatada de su propuesta, sino también el carácter mutable de un espectáculo lo suficientemente impredecible como para no saber qué nos encontraremos en la siguiente escena. De entrada parecía un programa de sketches como otro cualquiera, solo que bañado en un constante tono de irreverencia que amenaza con retorcer todo aquello considerado como lógico para, en su lugar, reducirlo hasta el límite del absurdo. Cada sketch roza el surrealismo más absoluto, pero al mismo tiempo se mantiene coherente dentro de su universo y permite que escenas tan delirantes como la del curso de defensa personal contra fruta fresca, la del Ministerio de Andares Tontos o la de la Inquisición Española sean increíblemente divertidas sin por ello renunciar a un mínimo sentido argumental.

El resultado fue un programa completamente adelantado a su tiempo; uno que rompía con los moldes del humor más convencional, subvirtiendo los códigos habituales de la comedia y deformando la estructura clásica de los chistes. La mayoría de sketches ni siquiera tienen un remate final, sino que funcionan como una sucesión de pequeños y absurdos momentos que son los que conforman toda la gracia del gag en su conjunto. Tan rupturista fue esta fórmula que tardó bastante en calar entre el público de aquel entonces; algo que los Python también aprovecharon para lanzar algunos dardos hacia la sociedad británica de la época, hacia su idiosincrasia e incluso hacia las instituciones y la clase política. Nadie estaba a salvo de su ácida visión del mundo, de su tono nihilista ni de su genial forma de retratar las incoherencias del mundo moderno. Y es que, si la vida es un sinsentido, tanto los Monty Python como su particular circo son el ejemplo perfecto de cómo tomársela para no acabar perdiendo la cabeza: con mucha guasa y muy poca vergüenza.