Conan, el niño del futuro

Conan, El Niño del Futuro. Remitirnos al nombre de Hayao Miyazaki, ya podría servir como carta de presentación para presentar a esta serie. Antes de ser reconocido como director de películas con el Studio Ghibli, ya dejó constancia con esta serie de por donde iría su camino, tanto en cuestión artística de diseño, de guion y motivaciones con un fondo ecologista y antibélico, así como una forma de contar las cosas, de una forma directa y a la vez envolvente de un lirismo en ciernes; con un entretenimiento de aventura que posibilitaba asentar mejor todos los fundamentos previos.

Siendo una serie de finales de los 70. tenía, junto a otras series de esa época, un parecido en su forma de expresar la aventura infantil basada en una inocencia que, pese a ambientaciones que podían dar lugar a pensamientos más lúgubres, mantenía ese tono humorístico de seguir siendo niño, aunque se estuviera entre guerras o entre pensamientos adultos de otros derroteros. Conan, justo al resto de personajes, evoca una camaradería de pandilla, de amistad fraternal, del enamoramiento, de resistencia ante quien intenta moldear y cambiar pensamientos infantiles puros, y una demostración vital de disfrutar la vida y el paisaje que le rodea de una forma contagiosa, siendo una mezcla de Robinson Crusoe, Tom Sawyer y Huck Finn.

La serie resulta muy amena en una duración que no se hará larga o pesada en ningún momento, envidiando en ocasiones cuando un niño parece de goma entre tanta carrera, caída, o salto..., quedándote con una sensación agradable y una sonrisa de las situaciones. Aunque la serie tenga más de 40 años, se puede visualizar perfectamente hoy en día, ya que tiene esos parámetros de atemporalidad, máxime con la mano de Miyazaki, que la hace revisable para niños y no tan niños de cualquier generación.