Treinta y cuatro años, 34 para la "mehsolución" de un crimen. Suecia, primerísimo mundo. Ya con esta premisa parece increíble, pero si además el muerto es su primer ministro es para asombrarse. Una chapuza tras otra. Negligencia, ineptitud, porque ni siquiera es que el delincuente fuera brillante... es que es para juzgarlos por obstrucción a la justicia en el ejercicio de sus funciones.

Un jefe de policía que se retira, cuya línea de investigación es desechada por sus "futuribles" sustitutos, más ávidos de demostrar su validez para el cargo (y vaya si la demostraron, pero no como pretendían), que en resolver el crimen. La navaja de Ockham pasada por la trituradora. Si es un magnicidio vamos a buscar una explicación estructurada, oscura y retorcida que muestre lo listos que somos... y resultó que no es lo mismo ser que estar listo... Pues no, ni elaboradas conspiraciones internacionales, ni enemigos políticos. La respuesta estuvo siempre frente a sus ojos, y desecharon la lógica, las pruebas y testimonios existentes porque apuntaban hacia una explicación tan cutre que no les haría brillar. Taparon cada fracaso con nuevas líneas de investigación descabelladas e inútiles. 34 años después. Tarde y mal. Toda la serie transpira una cutrez y frustrante mediocridad pegajosa, y creo que es adrede. Consigue que nos sintamos igual que los investigadores que siempre vieron la solución pero fueron acallados por no seguir la "línea oficial".

El asesino, un hombre gris tirando a marrón, ninguneado e invisible. Aspirante a una grandeza para la que no muestra aptitud ni actitud, motivo por el cual es víctima de burla y acoso por parte de los que conforman el grupo al que quiere pertenecer. Esa megalomanía frustrada va generando con el tiempo un caldo de ira que lo consume. Hizo todo lo posible para librarse, pero quería ser visto. no logró ni lo uno ni lo otro por mérito propio (bueno, consiguió lo primero por incompetencia ajena). Irónicamente, lo que le salió redondo fué a pesar de sí mismo. Humillado por su propia "suerte", que le negó fama y notoriedad aunque fuera de la mala. Ni podía reivindicarla, ni lo pillaron a tiempo. Irrelevante en la vida y en la muerte. La interpretación es tan buena, o yo soy tan mala gente, que aunque desde el principio lo reconozco como víctima de bulling de toda su vida, en vez de empatía me produjo ascopena, con más asco que pena...