Si algo me queda claro después de ver 'Freedom' es que el verdadero motor económico de Japón no depende del turismo, ni de la tecnología ni de su industria del motor, sino de algo mucho más poderoso: los fideos. Solo así se explica que lo que en principio era un mero proyecto promocional para una empresa de noodles instantáneos acabase ya no solo dando lugar a una miniserie bastante decente, sino que además pudiera reunir a nombres tan emblemáticos en el mundo del anime como Katsuhiro Ōtomo ('Akira') o Shuhei Morita ('Kakurenbo'). La mano de Ōtomo se hace evidente en el diseño de los personajes y de su universo, el cual nos sitúa en un mundo post-apocalíptico donde La Tierra se ha vuelto inhabitable y en el que la única salida para la humanidad ha sido refugiarse en cúpulas artificiales en la luna. Sin embargo, nuestro protagonista y sus amigos harán un desconcertante descubrimiento que les llevará a cuestionarse toda su realidad.

'Freedom' nos sumerge así en una sociedad distópica y alienante donde todos sus habitantes viven en un clima de aparente felicidad y armonía, pero a costa de un constante control sobre el individuo que limita su acceso a determinadas fuentes de información. Esta base habría dado para un anime mucho más profundo de lo que realmente acabó siendo, ya que, para bien o para mal, casi todo el desarrollo de la serie se enfoca más en el componente de aventuras —donde funciona realmente bien— que en profundizar en cuestiones más reflexivas. Es ahí donde se nota la falta de ambición de una serie concebida casi como un anuncio largo de fideos, pero, obviando esos detalles, lo cierto es que 'Freedom' cumple de sobra como entretenimiento sin pretensiones y ofrece bastante más de lo que cualquier vaso de noodles instantáneos podría darnos (aunque si fuera de ramen ya no lo tendría yo tan claro, que eso está demasiado bueno (っ˘ڡ˘ς)).