Críticas de Devil May Cry

Quizás muchos solo relacionen su nombre con el del escritor italiano, pero, en el mundo gaming, hablar de Dante es hacerlo también del protagonista de una de las sagas más exitosas de los últimos tiempos —la adrenalítica 'Devil May Cry'— y, del mismo modo, de uno de los personajes más memorables que nos ha regalado el medio. Carismático, arrogante, vacilón e hijo de madre humana y padre demonio, Dante se dedica a resolver casos paranormales desde su condición de investigador privado; lo que, en la práctica, se traduce en apocalípticas aventuras donde nuestro protagonista, haciendo uso de sus habilidades sobrenaturales, deberá salvar al mundo del ente diabólico de turno. O, al menos, así ocurre en los juegos, ya que en esta adaptación a formato anime se nos muestra lo que vendría a ser, de algún modo, la otra cara de la moneda: la vida de Dante cuando el destino de nuestra realidad no está en juego. No hay una trama como tal, sino que la serie se compone de distintos encargos autoconclusivos con los que Dante se saca algún dinerillo extra.

Mostrar esa faceta del personaje tiene cierto sentido si tenemos en cuenta que ser justiciero, como es lógico, no tiene un sueldo fijo con el que pagar las facturas y los garbanzos, pero, por desgracia, el anime nunca acaba de sacarle provecho a ese escenario. Si bien Dante conserva casi intacta su personalidad original, tanto los personajes secundarios —villanos incluidos— como sus diferentes historias no están a la altura y lastran demasiado el desarrollo de una serie que, a la larga, termina condenada al círculo más profundo de ese infierno que es la mediocridad absoluta. Lo bueno, al igual que en los juegos, es que los mejores momentos vienen ligados a unas viscerales peleas que no escatiman en violencia y que, pese a no ser el eje principal sobre el que orbita el anime, logran aportar bastante dinamismo a cada episodio. Correcto entretenimiento que, eso sí, no hace justicia a una saga que deberá seguir esperando a otra adaptación que capte mejor toda la epicidad que transmiten sus videojuegos.