Crítica de Shutter: El fotógrafo por gjulo

“Shutter” es, sin duda, un ejemplo sobresaliente del cine de terror asiático. Aunque se mueve en terrenos clásicos (un espíritu vengativo persigue a una pareja, nada realmente nuevo bajo el sol), su puesta en escena lo hace mejor que otras muchas. Los silencios, las pausas, la forma de filmar a los personajes, sus dudas y neurosis, todo contribuye a una atmósfera envolvente que atrapa al espectador desde el primer instante. La fotografía es sencilla pero de calidad, con tonos que le dan un encanto propio, mientras que los encuadres y la composición son impresionantes y dotan a cada escena de un poder visual poco común en el género reciente. La película logra mantener un equilibrio perfecto entre ritmo y tensión: no es abrumadoramente lenta ni apresurada, y aunque no provoca un terror extremo en todo momento, hay escenas puntuales que cortan la respiración. La interpretación de los actores, especialmente la de Ananda Everingham, es brillante y contribuye a que la historia, pese a su planteamiento clásico, sorprenda con giros de guion inteligentes e inesperados. Sin embargo, su perfección estética es también una ligera trampa: “Shutter” es visualmente tan pulida que, en ciertos momentos, se siente demasiado “bonita” para un auténtico film de terror lo que puede restarle algo de fuerza a la experiencia terrorífica. Aun así, esta película se sitúa en lo alto del género con una narrativa sólida y un dominio total de su estilo. “Shutter” es un pequeño tesoro del cine de fantasmas asiático: un largometraje clásico, elegante y cuidadosamente trabajado, capaz de sorprender y mantener al espectador pegado a la pantalla. No alcanza la intensidad aterradora de sus referentes japoneses, pero su exquisita puesta en escena y sus recursos visuales la convierten en una de las mejores producciones del género, imprescindible para cualquier amante del cine de terror y fantasmas. El remake estadounidense de 2008, en cambio, es mejor evitarlo.