RESEÑAS Y VALORACIONES DE 榴槤飄飄
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6 / 10
Justo después de finalizar su conocida como "Trilogía de 1997" —en referencia al año en que Reino Unido devolvió la soberanía de Hong Kong a China—, el cineasta Fruit Chan iniciaba la que a la postre sería bautizada como "Trilogía de la Prostitución" con 'Durian Durian', un íntimo y sensible retrato sobre las dificultades de la vida urbana en el Hong Kong de la época. Fruit Chan, siempre comprometido con los temas sociales de su país, nos ofrece en esta ocasión un variado mosaico de personajes que, de alguna manera, vienen a reflejar la desilusión e incertidumbre de toda una generación. A través de dos partes claramente diferenciadas, la película irá siguiendo el camino de dos mujeres totalmente opuestas pero unidas por el destino: la pequeña Fan, una niña cuya familia ha cruzado ilegalmente la frontera, y Qin Yan, una joven inmigrante de 21 años que trabaja como prostituta. Dos vidas, dos mundos y un único sentimiento de añoranza por esa otra vida, menos próspera pero más sencilla, que dejaron atrás en su tierra natal.
La primera parte, encuadrada en una concurrida calle de Hong Kong, nos traslada hasta el bullicioso y colorido ambiente urbano de la ex colonia británica, mientras que la segunda, enmarcada en una ciudad de la China continental, toma un matiz más frío y calmado donde el ya de por sí estilo contemplativo —casi documental— del director se acentúa todavía más. Es evidente que la primera mitad de la película tiene un mejor ritmo que la segunda —mucho más introspectiva—, aunque ese enorme contraste, símbolo de las grandes diferencias entre ambas regiones, sirve a su vez como una perfecta ilustración de esa desgarradora sensación de falta de pertenencia que tantos inmigrantes chinos, del mismo modo que nuestras protagonistas, sufrieron mientras trataban de encontrar un futuro mejor. Nostálgica y a la vez poética mirada hacia el pesar de todo un pueblo y hacia las muchas contradicciones que, al igual que la fruta que da nombre al título —el durián: dulce por dentro pero desagradable por fuera—, encierra el agitado territorio hongkonés.
La primera parte, encuadrada en una concurrida calle de Hong Kong, nos traslada hasta el bullicioso y colorido ambiente urbano de la ex colonia británica, mientras que la segunda, enmarcada en una ciudad de la China continental, toma un matiz más frío y calmado donde el ya de por sí estilo contemplativo —casi documental— del director se acentúa todavía más. Es evidente que la primera mitad de la película tiene un mejor ritmo que la segunda —mucho más introspectiva—, aunque ese enorme contraste, símbolo de las grandes diferencias entre ambas regiones, sirve a su vez como una perfecta ilustración de esa desgarradora sensación de falta de pertenencia que tantos inmigrantes chinos, del mismo modo que nuestras protagonistas, sufrieron mientras trataban de encontrar un futuro mejor. Nostálgica y a la vez poética mirada hacia el pesar de todo un pueblo y hacia las muchas contradicciones que, al igual que la fruta que da nombre al título —el durián: dulce por dentro pero desagradable por fuera—, encierra el agitado territorio hongkonés.
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