1939, París y Sologne. Un aviador, enamorado de una mujer de mundo, no respeta la regla del juego que consiste en salvar las apariencias en una sociedad dividida fundamentalmente en dos clases: los señores y los criados.
Ayuda mucho la dirección tan elegante de Jean Renoir, aún siendo una película sin un argumento.
Se nota la esencia de la época en que fue rodada, justo antes del inicio de la segunda guerra mundial. Ese ambiente tan festivo en el que todos pueden estar con todos hasta que pueda surgir algún tipo de odio y desatar un conflicto.
Es verdad que le pesa bastante el tiempo. Es de esas películas que son de su época, que pierden vigencia en la actualidad.
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