Curioso retrato de la Italia fascista el que firmaba Ettore Scola con 'Competencia desleal', una sutil metáfora del convulso panorama sociopolítico de la época desde el punto de vista de Umberto y Leone, dos vecinos que comparten profesión en las concurridas calles de la Roma de 1938. Las diferencias no tardarán en aparecer cuando Leone, de ascendencia judía, abra su tienda de ropa justo al lado de la sastrería de Umberto, quien pronto comenzará a perder clientela ante los trucos publicitarios de su nuevo competidor. Un arranque bastante distendido, rozando incluso la comedia más costumbrista, que irá cambiando de tono cuando, a finales de ese mismo 1938, la población se vaya polarizando cada vez más ante la aprobación de las leyes raciales contra los judíos. A partir de ahí, Scola deja a un lado el tono cómico —sin nunca renunciar del todo a él— para dar forma a un conmovedor relato que, pese a no estar basado en hechos reales, desprende realidad en cada fotograma.

En ese sentido, en el de la veracidad que se respira a largo de toda la película, cabe destacar la buena construcción de personajes que realiza el director italiano, especialmente a la hora de reflejar las interacciones entre los distintos miembros de las dos familias protagonistas. Los padres son rivales, los hijos mayores tontean entre sí y los pequeños son amigos inseparables. Relaciones dispares que deberán enfrentarse a la amargura de una misma realidad marcada por los prejuicios y la intolerancia, pero también por los destellos de solidaridad y comprensión que asoman entre el desasosiego. La inocente mirada ofrecida por los niños consigue bañar toda la película en cierto aire de fábula con moraleja, transformando el relato en un entrañable alegato en favor de la fraternidad que, pese a acusar la falta de un mayor factor emocional —la sombra de 'La vida es bella' es demasiado alargada—, logra llegar al corazón y, lo que es más importante, recordarnos la importancia de la lealtad incluso en los tiempos más oscuros.