
Alfred Molina
Johann Tetzel
Alemania, principios del XVI. Martín Lutero fue un monje agustino que provocó un cisma dentro de la Cristiandad. En el monasterio, una detenida y reflexiva lectura de la Biblia, lo lleva replantearse algunas cuestiones. En 1517, cuelga en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis, que, además de negar algunos dogmas, condenaban las bulas de indulgencia que la Iglesia vendía para recaudar fondos para la construcción de la Basílica de San Pedro del Vaticano. Llevado ante la Dieta Imperial de Wörms, Lutero se niega a retractarse, a menos que puedan probar, basándose en la Biblia, que sus tesis son falsas. A continuación es acusado de herejía y excomulgado por el Papa León X. En esta situación se ve obligado a escapar y vive como un proscrito mientras traduce el Nuevo Testamento del latín al alemán. La postura desafiante de Lutero anima a los campesinos a rebelarse contra los señores y a quemar iglesias. (FILMAFFINITY)
Lutero es una de esas películas históricas que no se andan con rodeos: va al grano desde el minuto uno y no se detiene, lo cual es una virtud y un defecto a la vez. Joseph Fiennes se mete en la piel del reformador con una intensidad que, aunque a veces contenida, transmite perfectamente la lucha interna de un hombre atrapado entre su fe y la institución que supuestamente debía representarla. Lo mejor de todo es que el personaje no se idealiza, y eso lo hace más interesante: Lutero no es un héroe plano, sino un tipo que duda, que sufre, que se cabrea.
Visualmente, la peli es preciosa. La dirección artística está muy cuidada, con unos escenarios medievales que no parecen de cartón piedra, sino reales y vividos. La iluminación, los colores, los vestuarios... todo ayuda a meterte en la época sin caer en el tópico visual de “drama histórico polvoriento”.
En cuanto al ritmo, aquí viene el “pero”. Se nota que la historia es demasiado grande para los 120 minutos que dura el film. Algunas escenas se sienten como si faltaran piezas entre medio, y ciertos personajes aparecen y desaparecen sin que dé tiempo a conocerlos bien. Es una pena, porque el elenco es espectacular: Bruno Ganz, Alfred Molina, Peter Ustinov... un festival de talento.
Aun con sus lagunas, Lutero cumple su propósito: es un punto de partida potente para quienes no conocen bien la historia y una obra visualmente poderosa. No revoluciona el género, pero deja huella.
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