Críticas de El iluso

Apenas un año después de su prometedor debut en solitario con la sorprendente 'Stockholm', Rodrigo Sorogoyen se atrevía con 'El iluso', un curioso cortometraje con el que el director cambiaba totalmente de registro para ofrecernos su vena más cómica y soñadora. Ese don para crear y manejar la tensión más incómoda y lacerante, ahora toda una seña de identidad del estilo del director, daba aquí un paso atrás para enfocarse en su lugar en el carácter iluso de Max, un joven aspirante a actor que se levanta un buen día sin ser consciente de que la noche anterior habían cambiado la hora. Con 60 minutos de retraso respecto al resto de la sociedad civilizada, Max se verá atrapado en una serie de situaciones que le harán pasar un día de locos mientras lucha contra el mundo y contra el consecuente desajuste de biorritmos, de relojes circadianos y de ciclos de sueño. Y todo por el maldito cambio de hora, para que luego digan que es por nuestro bien...

El caso es que Sorogoyen, utilizando el incansable optimismo que envuelve a Max, parece aprovechar ese espíritu idealista como una representación de la pasión, las ganas y el amor por aquellas metas que todos nos hemos fijado en algún momento de nuestra existencia, pero también de la dificultad que estas presentan y de la ingenuidad con la que a veces intentamos alcanzarlas. Su corta duración impide una mayor profundización y hace que esta historia se quede en una mera curiosidad, pero, aun con todo, 'El iluso' sigue siendo un interesante ejercicio de amor al cine y a los sueños que, dada la meteórica trayectoria que Sorogoyen ha cosechado con los años, viene a reforzar perfectamente su mensaje acerca de no renunciar nunca a tus objetivos a pesar de todas las dificultades del camino. Y es que ya lo decía aquella famosa canción: "no me llames iluso porque tenga una ilusión".