¿Cuántas veces habremos escrito, llenos de ilusión, la carta que definiría si ese año hemos sido buenos niños o unos completos cazurros? ¿Cuántas cartas escritas y dirigidas a ese señor gordinflón con edad para estar ya jubilado en las Bahamas pidiéndole nuestros juguetes favoritos sin saber que el verdadero regalo eran los artífices que creaban esa magia a nuestro alrededor? Diciembre es el mes de la paz y el amor, de las buenas intenciones y la ilusión. También es el mes de la hipocresía por excelencia o la falsedad, pero, en cualquier caso, diciembre es el mes en el cual Papá Noel se tiene que poner a trabajar y nadie parece acordarse del tierno y pobre Satanás. Al menos hasta que Liam, un niño disléxico y bastante mamarrachero, comete el error de poner como destinatario “Satan” en lugar de “Santa” en su carta anual. Siendo así, el infierno se pone manos a la obra, enciende sus particulares lucecitas y manda a la tierra a Jack Black, el diablo. Un diablo que es prácticamente un genio capaz de ofrecerte los tres deseos que más anheles a cambio de tu alma, a lo Bart y Milhouse, sí. Imaginaos lo que flipa el chaval que parece la representación real del pez Dory durante todo el filme. Liam y Satanás formarán un dúo atípico, pero desternillante, regalándonos una cantidad de momentos cómicos que harán las delicias de todos los que necesiten una buena comedia chorra sin pretensiones para sobrevivir a las fiestas.

Nuestros protagonistas se enfrascarán en una aventura de poca paz y amor, y mucha mala leche. Alardeando de un humor más negro que el carbón que algunos críos se merecen, convierten a ‘Dear Santa’ en una película divertida y delirante. Porque sí, la Navidad es preciosa, cursi y llena de brillo, sin embargo, a veces, no viene mal zamparte una gamberrada que te deja con la sonrisa en la boca un buen rato.

PD: Te quiero niño que adora a Post Malone.