La delicadeza del cine de Hirokazu Kore-eda no necesita demostración. Con el paso del tiempo, su obra se ha ido nutriendo de cada una de sus películas, enriqueciéndose con nuevas historias. La delicadeza de su escritura y su visión no impiden que sus películas sean francas y duras. El mundo que describe está siempre salpicado de violencia, ya sea social o de comportamiento. Pero la benevolencia prevalece sin cesar, en la capacidad del cineasta para acompañar a los personajes, y en el lugar que les reserva en las historias. Justos en su distancia, y complejos en su humanidad. Los viajes existenciales no siempre son fáciles. Es el caso de los niños de « Monstruo » . Dos significados en extremos opuestos del espectro, de la inocencia a la monstruosidad, las fronteras son a veces porosas, las acciones dependen de la percepción. Un posible caso de acoso visto desde varios puntos de vista. El director japonés Hirokazu Kore-eda ha producido esta poderosa película que es a la vez sofisticada y profundamente conmovedora. El director japonés Hirokazu Kore-eda realiza «Monstruo» que se centra inicialmente en un psicodrama en una escuela, que bien podría ambientarse en nuestro país.
El joven Minato no se comporta con normalidad y se sospecha que un profesor abusa verbalmente de él. La madre, una viuda decidida, está que trina. El profesorado se golpea el pecho. Al estilo japonés, con mil disculpas. ¿Un simple desliz? ¿Un verdadero caso de acoso? Aquí es donde entra en juego la brillantez de Kore-eda. Las mismas secuencias son vistas desde varios puntos de vista. Múltiples pistas falsas en un laberinto casi kafkiano, hasta que la relación ambivalente entre Minato y otro compañero de clase toma forma. ¿Y si los puntos de vista de los adultos no eran los correctos? « Monstruo » deconstruye poco a poco una sociedad ciega, intolerante e hipócrita para centrarse en las escapadas secretas y magníficas de dos jóvenes almas que sólo sueñan con reencarnarse. A veces recuerda a « Close », del belga Lukas Dhont. Pero con la sofisticación añadida de la dirección. El guión de Sakamoto Yuji explora los misterios de la infancia. Las motivaciones de los protagonistas permanecen totalmente confusas, y la ambigüedad de las relaciones humanas emerge gradualmente, desde los niños hasta los adultos. La sutileza de la narración reside en los sucesivos puntos de vista, como he mencionado anteriormente, divididos en capítulos, que desplazan los juicios cada vez, antes de permitir finalmente que prevalezca la complejidad. A la falta de resolución racional de los conflictos se añade una dimensión humanista. Ante todo, la película cuenta la historia del encuentro entre personas, ya sea armonioso o caótico. Su intercambio motiva acciones y reacciones. Una historia profundamente conmovedora. Un final petrificante. Hirokazu Kore-eda firma un tríptico de gran sensibilidad. Y por cierto, sublimes temas musicales compuestos por Ryuichi Sakamoto, fallecido poco después de presentarse la película.

El cine de Hirokazu Koreeda siempre se ha caracterizado por su marcado tinte social, pero creo que nunca había rodado una película tan necesaria como la que nos trae con 'Monster', un pequeño rompecabezas a tres bandas que funciona tan bien como coming-of-age que como drama humano. Koreeda, trabajando sobre el guion de Yuji Sakamoto, mantiene su habitual mirada crítica hacia las dinámicas sociales de su país para poner el foco en el joven Minato, un adolescente que sufre malos tratos por parte de su profesor. Un tema ya bastante delicado de por sí y que la película, recurriendo al llamado «efecto Rashōmon», irá desarrollando desde tres puntos de vista diferentes en función de los principales implicados. Las vidas, preocupaciones y sueños de todos los personajes se entrelazarán a lo largo de una narrativa expansiva en la que el cineasta japonés, lejos de intentar emitir cualquier tipo de juicio moral, dejará que todas las piezas vayan encajando por sí solas en torno a ese concepto tan complejo que es la verdad.

Así, y con la mencionada influencia de 'Rashōmon' en la forma y algo de 'La caza' de Vinterberg en el fondo, Koreeda hace uso de esa estructura fragmentada para permitir que distintas temáticas sociales, todas ellas de bastante actualidad en el país nipón, vayan aflorando al tiempo que las muchas capas de cada personaje se van descubriendo ante nosotros. Esto provocará que no podamos juzgar a ninguno de ellos hasta que no los conozcamos en profundidad, enfatizando así la idea de que toda verdad, por muy evidente que parezca de primeras, está sujeta a las diferentes perspectivas que la componen. Un retorcido pero estimulante juego de engaños muy bien acompañado por unas sólidas interpretaciones, la emotiva banda sonora del tristemente fallecido Ryūichi Sakamoto y un audaz montaje que nos tendrá continuamente dudando sobre lo que vemos en pantalla. Crudo y a la vez esperanzador relato que llega al corazón, remueve las entrañas e invita a la reflexión acerca de quién es el verdadero monstruo de esta historia.

Como decía al principio: una película absolutamente necesaria.

Una historia sobrecogedora que forma un pequeño puzzle. Pero al principio no se percibe así, se presenta como una historia sencilla, cotidiana y familiar. Pero las grandes actuaciones, tanto de protagonistas como secundarios, unidas a un guión preciso que juega con el espectador consigeun emocinar y sorprender.

Es más que una crítica al sistema educativo y a una sociedad que da por fiables los rumores. También habla de ***contenido con spoilers***

Una historia que hace reflexionar, más con ese final ***contenido con spoilers*** .

Volvió el maestro japonés a su hogar tras seis años explorando otros lares, Francia y Corea del Sur, para realizar la que es su mejor película desde entonces, 'Monster', otra fantástica entrega a su saga de cine familiar e infantil. Y lo hace con una estructura 'Rashomon', cuya mención está verdaderamente justificada, hilando tres perspectivas que nos muestran tres verdades distintas de una misma cara, sin jugar a lo sorpresivo y centrándose en calar la mirada y el corazón de cada personaje.

Es una película bellísima, por su espíritu abarcando la mirada tan inocente del que siente algo que percibe que no debe y su respuesta angustiada, por su fotografía que capta cada relato y lo sella en su propia textura y, por supuesto, por una banda sonora póstuma -aunque solo dos canciones fueron hechas para la película- del gran Sakamoto, una despedida tan dulce y sutil como acertada.

Pero también es tan buena porque, más allá de la dotadísima sensibilidad ya más que probada de su autor, la película nos presenta otro reparto soberbio, desde la magnífica Sakura Endo a las sentidas actuaciones infantiles de Soya Kurokawa y Hinata Hiiragi, sin olvidar lo ambiguo y deliberadamente torpe del rol que representa Eita Nagayama.

Por su estructura, guion -no podía cerrar sin mencionar el sólido trabajo de Yuji Sakamoto que empuja al director a realizar inesperadamente una película no escrita por él mismo, y resultado final puede que sea una de las películas de Koreeda que más invita a volver a ella. Se le está quedando una filmografía de titán a un director cuya irrupción en el olimpo del cine japonés tiene ya un espacio claro, y al que es uno de los mejores directores contemporáneos de lo que llevamos de siglo.