
Daiki Nakamura
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Dos chicas jóvenes, Mei y Satsuki, se mudan a una nueva casa cerca del hospital en el que se encuentra su madre. En el patio junto a la casa, existe un gran árbol que es el hogar de tres Totoros, dioses de la selva. Poco después, reciben noticias desde el hospital de que su madre no puede venir a casa como había prometido, por lo que Mei (la más joven) se escapa para ir a visitarla. Satsuki tiene que recurrir a un Totoro para ayudar a encontrarla.
"Mi vecino Totoro" no es la obra maestra absoluta anunciada dos años antes por "El castillo ambulante". En cambio, esta película de animación de 1988 es tan humana que se pueden alegar todas las circunstancias. Como era de esperar, "Mi vecino Totoro" está firmada por el inmenso Hayao Miyazaki, ¡y desde las primeras imágenes se nota el toque del maestro japonés! La animación está llena de sorpresas, ¡dejando que la imaginación haga su trabajo a lo largo de una historia cautivadora! El gran peluche que es Totoro es adorable (sólo la secuencia en la parada del autobús es una pequeña maravilla) y la música está en perfecta armonía con la historia de estas dos niñas, Satsuki y Mei, que descubren en su nuevo hogar seres fantásticos que les ayudarán a visitar a su madre enferma. Conmovedora y hermosa, tierna y poética, es una película de animación encantadora que te hará amar aún más las películas de Miyazaki. Y para llegar realmente al corazón de lo que hace que su obra sea tan mágica... sin duda para mí este autor ha sido un gran descubrimiento (no suele consumir este tipo de películas) gracias al reto.
Bueno, pues por fin puedo decir que he conocido al famosísimo Totoro de Studio Ghibli, uno de sus personajes más famosos e incluso su logotipo a pesar de que Mi vecino Totoro no sea su primera película, ni siquiera es la primera de Miyazaki. Vamos, tan famoso y a mí aún se me había resistido, ha tenido que llegar un desafío de verano y una tarde en la que me apetecía algo tierno para que por fin me animara a verlo. Y sólo puedo decir una cosa:
ES TAN BLANDITO QUE ME QUIERO MORIIIIIIIIIIIIIIIIIIIR.
Mientras esperan a que su madre salga del hospital, Satsuki y Mei se mudan con su padre a una nueva casa y conocen a personas nuevas que por cierto son muy amables y está todo lleno de huertos y arrozales que son una maravilla. Un día que Satsuki está en el colegio y su padre trabajando en casa, Mei se pone a explorar y termina cayendo a una madriguera de totoros, conociendo al grandote, blandito, peludo y achuchable, a Totoro, con mayúsculas, que parece ser que es el guardián del bosque.
Al principio pensaba que le iba a coger mucha manía a Mei, porque tiene cinco años y es un poco intensa la pobre, llega a ser cargante en alguna ocasión, pero es una personita de lo más adorable, y he muerto de amor cuando la he visto con el chubasquero y las botitas de agua. Aunque para tierno tierno el propio Totoro en la escena en la que esperan el autobús, la de la portada de la película, con esa hoja en la cabeza para protegerse de la lluvia. Como curiosidad, la niña que aparece en el póster se parece a Satsuki pero con otro pelo, de hecho es el pelo de Mei, porque en un principio la idea era que sólo fuera una niña, por lo que hay algunas imágenes en las que aparece una niña que no se parece a ninguna de las dos, y finalmente la convirtieron en dos, las dos hermanas.
No podemos olvidar que estamos ante una película de Ghibli, por lo que la animación es la ya conocida del estudio, incluso vemos a los susuwatari, las bolitas de hollín que después aparecerían en El viaje de Chihiro, aunque aquí los llaman “duendes del polvo”. Y la animación es una pasada, la forma en que se mueve el viento y juega con la hierba, o cómo fluye el agua del río, o los circulitos que crean las gotas de lluvia al caer al suelo, y también cuando Satsuki está pasando un trapo húmedo por el suelo y se nota la línea de humedad y cómo se seca, me parece mágico. Y qué decir de Totoro, qué cosa más bonita, aunque es cierto que a veces tiene un poco cara de psicópata, pero me ha hecho mucha gracia y Mei me ha inspirado mucha ternura, sobre todo cuando llora, dan ganas de darle un abrazo. Satsuki, por su parte, me ha recordado en todo momento a Heidi, y su madre se parece a la de Marco (sí sí, esa que se parece a Tarantino).
Es de esas películas tan míticas que, incluso si no te convence Ghibli, creo que hay que ver una vez en la vida, igual que El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke, que aún la tengo pendiente. Y no quiero terminar sin hacer una mención al gatobús, necesito saber dónde se coge el gatobús. Que por cierto, tanto ese gato como la madriguera por la que cae Mei me han recordado mucho a Alicia en el país de las Maravillas, e imagino que se trata de un homenaje, yo no dejaba de ver a Cheshire.
Muy recomendable, tanto para los más peques como los no tan peques, que yo ya quiero un Totoro. Para esas tardes en las que sólo te apetece ver algo tierno que te deje una sonrisa en la cara y el corazón blandito. Y recomiendo quedarse durante los créditos, hay imágenes de lo que ocurre después y también de los totoros haciendo cosas, que eso siempre es bien.
Una de las películas más importantes y especiales de Studio Ghibli, no solo por presentar al personaje que se convertiría en la mascota del estudio o por ser uno de sus grandes éxitos comerciales, sino porque además es una obra parcialmente autobiográfica donde Hayao Miyazaki puso mucho de sí mismo. La película narra la historia de Satsuki y Mei, dos niñas que se trasladan al campo junto con su padre para estar más cerca del hospital donde está ingresada la madre, aquejada de tuberculosis, enfermedad que padeció la propia madre de Miyazaki. Este hecho marcó profundamente la infancia del director, así como su forma de retratar esa etapa de la vida en sus creaciones.
Sin embargo, 'Mi vecino Totoro' es ante todo una historia llena de optimismo, inocencia y candidez, cualidades perfectamente representadas a través de las dos niñas protagonistas, rebosantes de vida. Ambas encontrarán un inesperado apoyo en Totoro, un espíritu del bosque que sirve a la vez como símbolo de la naturaleza y como representación de la imaginación infantil como modo de lidiar con la angustia, algo que Miyazaki siempre ha buscado con su cine: que a los niños no les faltase nunca un refugio de fantasía para soñar.
Recomendable no solo para niños, sino también para todos aquellos que todavía crean en el poder de la imaginación, quienes encontrarán en Totoro al vecino que cualquiera querría tener, uno que nunca pone la música a todo volumen ni viene a pedirte sal, pero que siempre está ahí cuando lo necesitas de verdad.
Mi vecino Totoro, gran película de animación japonesa, para muchos una de las mejores de la época de la década de los ochenta, incluso sigue teniendo gran nivel con el paso de los años, envejece bien y así lo creo yo también.
Una animación de fantasía, alegría, inocencia, ilusión y mucha imaginación de dos niñas, Mei y Satsuki que se tienen que trasladar con su padre a una nueva casa más cerca de donde se encuentra su madre ingresada en el hospital.
Una aventura donde un espíritu entrañable del bosque, Totoro, les hará la estancia más cómoda y divertida a las dos niñas.
El final de la película me ha encantado porque no todo va a ser color de rosa y dulce imaginación, en el final se recrean momentos de tensión y cierta angustia, donde el espectador se llevará de repente un vuelco al corazón en una historia que parecía una balsa de aceite y que da un giro ideal a esta entrañable historia.
Una película familiar y sobre todo infantil, aunque seguramente a muchos adultos también les agradará el argumento porque tiene ese toque de cuento infantil y de tensión en un momento dado.
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