Segunda entrega de la conocida como «Trilogía del odio» de Sion Sono y segunda película en la que el director japonés, fiel a su estilo provocador, vuelve a asegurarnos que todo lo que veremos en pantalla está basado en hechos reales. Sin embargo, y a diferencia de 'Love Exposure', 'Cold Fish' sí que parte de una base verídica —la del asesino criador de perros de Saitama— para contarnos la historia de Shamoto y Murata, dos vendedores de peces tropicales cuyos destinos, hasta ahora dibujados sobre caminos totalmente opuestos, comenzarán a entrelazarse después de conocerse de manera accidental. Ambos se dedican a lo mismo, pero son como la noche y el día. Mientras Shamoto es un hombre sumiso, con una vida tranquila y una tienda modesta, Murata desprende personalidad, lleva un negocio de éxito y conduce un Ferrari. Lo que en principio parece una oportunidad para Shamoto de expandir sus horizontes, pronto desembocará en una turbulenta espiral cargada de ambición desmedida, erotismo y violencia.

Los perros del caso real dan así paso a los peces y, aunque no está claro si ese cambio obedece a algo más que a razones puramente artísticas, a mí me gusta verlo como una analogía sobre ese viejo proverbio que asegura, no sin cierta crueldad, que el pez grande se come al chico. Shamoto encaja a la perfección en ese rol de hombre apocado, obediente y esclavo de la estricta sociedad japonesa, pero todo ello no tardará en empezar a desmoronarse con la llegada de su nuevo socio. ¿Es acaso el individuo buena persona solo hasta que es empujado hasta el extremo? Sono juega constantemente con esa dualidad, contraponiendo lo sórdido y luminoso, para adentrarnos en un salvaje descenso a los infiernos, erigido casi como catarsis liberadora, que no dejará de aumentar en intensidad hasta culminar en un tramo final absolutamente demencial. Extraño, perturbador y visceral retrato sobre los límites más oscuros de la condición humana y sobre todos aquellos pequeños peces que, si tan siquiera saberlo, ansían convertirse en el pez grande.

'Cold fish' avanza de forma frenética e imprevisible a través de su absurda premisa, que dice estar basada en hechos reales, para terminar de forma demente y radical. Sion Sono tiene una gran capacidad para crear imágenes y escenas impactantes, perduran en la memoria algunos momentos inéditos en un thriller de este tipo, pero también se podría decir, dentro del contexto del director, que está algo pasado de rosca en esta ocasión.

Es una película muy singular, constantemente entretenida e incesamente sorprendente, que merece la pena ver ya sea solo por su repertorio de violencia sin tabúes.