
Christopher Lee
Kharis, the Mummy (archive footage) (uncredited)
Humbert Humbert, un profesor cuarentón, acaba de instalarse en Ramsdale, New Hampshire. Allí se enamora perdidamente de una niña de once años, tanto que concibe un plan maestro: se casará con su madre, Charlotte Haze, para poder estar siempre cerca del objeto de sus afectos: la alegre adolescente, la irresistible nínfula de nombre encantador, lírico y melodioso: Lolita.
No descubro nada cuando digo que el cine de Stanley Kubrick, salvo contadas excepciones, siempre genera algún tipo de debate entre el gran público. Bien sea por los temas abordados, bien por su forma de hacerlo, lo cierto es que cada estreno del director neoyorquino era una nueva fuente de controversia y, quizás por eso, resulta curioso que 'Lolita', la adaptación de la no menos controvertida novela de Vladimir Nabokov, no figure entre sus trabajos más polémicos. Fue la censura de la época, siempre dispuesta a mutilar cualquier expresión artística, la que obligó a Kubrick y al propio Nabokov —también guionista de la película— a eliminar hasta el más mínimo atisbo de componente sexual y erotismo; algo que, a cambio, llevó al cineasta a jugar con la sutileza para reflejar la esencia del texto original a través de ingeniosos dobles sentidos y finas alegorías, consiguiendo así una obra donde la elegancia y la perversión se conjugan de una forma magistral.
Sin embargo, donde realmente se nota la tijera de la censura es en lo poco definidos que están los personajes y sus motivaciones en ciertos momentos, aunque el buen hacer del reparto logra compensar esas carencias gracias a unas interpretaciones llenas de matices. Ahí destacaría a la jovencísima Sue Lyon en su papel de Lolita y a un James Mason que, en su rol de cuarentón obsesionado con su hijastra, irá sufriendo un fascinante descenso hacia los infiernos de su enfermiza fijación. La mano de Kubrick tras la cámara, siempre acompañando a los personajes a lo largo de extensas tomas, nos permite además apreciar en detalle esa degradación mental del protagonista mientras saca a debate la verdadera naturaleza de sus deseos sin necesidad de juzgarlos. Obviamente le falta toda esa profundidad que solo la novela —libre de censura y con la riqueza del lenguaje literario a su favor— posee, pero me sigue pareciendo otra buena película en la carrera de Kubrick y una más que interesante disección de esa Lolita, entendida como símbolo de toda obsesión autodestructiva, que a tantos incautos ha sumido en la locura.
Va de más a menos dejando un sabor amargo con ese final que se antoja algo precipitado y que no deja ni tiempo para procesar o ser verdaderamente conscientes de lo ocurrido.
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