
Judith Anderson
Mrs. Danvers
Al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, el aristócrata inglés Maxim De Winter conoce en Montecarlo a una joven humilde, dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a la mansión inglesa de Manderley, residencia habitual de De Winter. Pronto la señora Winter se da cuenta de que no puede borrar en su marido el recuerdo de su difunta esposa.
Una de las mejores películas de Hitchcock, un cuento de hadas gótico inquietante, con una magnifica ambientación y varios giros de guión que siguen sorprendiendo a día de hoy. Un Óscar a la Mejor Película totalmente merecido.
Es una de esas pocas películas que supera a la novela en la que se basa gracias a una adaptación inteligente y a la dirección ingeniosa de Hitchcock. Además, tuvo el honor de dar nombre a un síndrome y una prenda de vestir.
Primer éxito de Hitchcock en su etapa americana, muy buena película, con un guión sólido y una magistral dirección. De las mejores películas del genio.
Obra maestra a reivindicar siempre.
La primera película de Hitchcock en su etapa americana. Una historia con sus fantasmas pero no es una historia de terror, o quizás podría catalogarse de eso que a día de hoy se llama terror psicológico. Sin embargo se nota que influencio a muchas historias posteriores (aunque tiene sus diferencia estéticas me hizo pensar en "La cumbre Escarlata") Y no se puede negar la influencia que tuvo esta película en nuestro país que dio nombre a una prenda de ropa
Lo primero que te golpea de Rebecca es su atmósfera. La casa de Manderley es prácticamente un personaje más; un lugar cargado de secretos, con una vibra opresiva que te mantiene en vilo desde el primer momento. Hitchcock, como siempre, juega con los detalles: los encuadres, las sombras, los silencios, todo está ahí para envolverte. Es como si estuvieras espiando la vida de estos personajes, atrapado en el mismo drama que ellos.
Joan Fontaine está espectacular. Su personaje es frágil, inseguro, pero con una ternura que te hace empatizar al instante. Laurence Olivier tiene ese aire de galán atormentado que lo hace perfecto para el papel, pero quien se roba el show es Judith Anderson como la señora Danvers. Es una villana fría, casi fantasmal, y cada escena en la que aparece se siente como si la temperatura bajara.
La película tiene ese equilibrio raro entre melodrama y suspense que solo Hitchcock puede manejar. Y aunque tarda un poco en arrancar el misterio, cuando lo hace, te atrapa completamente. La música, los decorados y la química entre los actores son tan buenos que incluso los momentos más lentos tienen algo que ofrecer.
Es cine clásico en su máxima expresión. Una de esas películas que te dejan pensando mucho después de que han terminado, y con un deseo enorme de visitar (o evitar) una mansión como Manderley.
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