Una película que me deja dudas... Christian Bale no está mal y salva la película. Probablemente, si el papel principal lo hubiera interpretado un actor de segunda, la película habría caído en el olvido... La mejor escena de la película es la de las tarjetas de visita (inutilidad, prepotencia, carrera por el poder, desprecio por el prójimo, esta escena resume por sí sola la sociedad consumista en la que vivimos, aunque la frase sea fuerte). En cuanto a la película en sí, me dejó con ganas de más...
La película está bien dirigida y el guión no está mal hasta el final: el final es un poco confuso, no lo entendí muy bien. Por último, la música es excelente, usar a Phil Collins durante una escena de sexo es atrevido. La película que me recordó a La naranja mecánica de Kubrick.

No sé por qué no sigo más de cerca a este hombre y por qué tengo pendientes tantas películas suyas. Lo que está claro es que aquí se sale y se come la pantalla.

Es evidente que en cualquier película, como es lógico, si quitas al protagonista, se te queda coja, pero en este caso es que se queda en nada. Christian Bale es American psycho y American psycho es Christian Bale. El resto del reparto no es precisamente desconocido, pero aquí se hacen a un lado y quedan como meros secundarios que acompañan y dejan brillar al protagonista a su antojo, casi como si actor y personaje fueran uno y todo estuviera a su disposición para convertirle en el amo y señor.

Como digo, la película sin él no es gran cosa, no tiene nada, pero merece la pena sólo para no apartar la mirada de Patrick Bateman.

Despiadado inversor de bolsa por el día, asesino psicópata por la noche. Así se resume la vida de Patrick Bateman, un joven y ambicioso ejecutivo de Wall Street para el que la imagen, el dinero y todo aquello que pueda comprar con él son lo único que importa: los mejores trajes, los complementos más caros, los tratamientos de belleza más efectivos... Lo que sea necesario para alcanzar su obsesiva visión del éxito. Un inquietante reflejo de la superficialidad y el materialismo más extremos que 'American Psycho', adaptando la novela homónima de Bret Easton Ellis, aprovechaba para retratar también el incipiente ocaso del movimiento yuppie, ese grupo de depredadores del mercado financiero que eran capaces de cualquier cosa para conseguir sus objetivos. Un ocaso que, de algún modo, también se ve representado en un protagonista para el que todos esos excesos, despilfarros y apariencias no son sino el disfraz de un vacío existencial que tratará de llenar de las formas más brutales y sangrientas que podamos imaginar.

Curiosamente, toda esa meticulosidad que Patrick pone en su aspecto físico rompe por completo con la torpeza que emplea en sus asesinatos, mucho más descuidados, chapuceros y, pese a todo, inadvertidos para la gente de su alrededor. Una irónica realidad que la película explota constantemente y que, en cierta forma, vendría a simbolizar el ensimismamiento y pasotismo de una sociedad para la que según qué atrocidades —sobre todo si las comete alguien con gran poder económico— carecen de interés. Esa disonancia se extiende también al propio tono de la película, a medio camino entre la comedia más negra y el thriller más perverso, y, especialmente, a la figura de un Patrick Bateman que, haciendo uso del enorme carisma infundido por un soberbio Christian Bale, es capaz de llevarnos de la risa al terror en cuestión de segundos. Inteligente juego de contrastes que da forma a esta violenta, desquiciante y divertida —si os va el humor negro— sátira sobre el capitalismo más salvaje y sobre la cara más vanidosa, egoísta y frívola de los que ostentan el poder.

American Psycho es una película en la que Christian Bale interpreta a Patrick Bateman, un ricachón de Wall Street, que al igual que el mundo que le rodea, es un obsesionado en la perfección, las apariencias, el status social, el parecer poderoso es más importante que serlo, sus colegas de profesión no son amigos ni compañeros, son rivales ante los que regodearte si eres mejor que ellos.
Todo eso de día, de noche es un psicópata y un depredador sexual, donde da rienda suelta a su verdadero ser, ruidoso, sin cuidado, soltando discursos por el gusto de escucharse a sí mismo, y demás cosas que en su actitud comedida del día, no hace.

Puede ser que las escenas de sexo se recreen en exceso. Puede ser que en ocasiones todo tenga un aire a gratuito que tire un poco para atrás, pero la película es una gran crítica a la vanidad y la superficialidad de los ricos, nos brinda una soberbia interpretación de un Christian Bale que está enorme, y además nos deja un final para la libre interpretación del espectador, una un poco más evidente o fácil de pensar, y la otra, más afilada y en la línea de mucho de lo que hemos visto a lo largo de la película.

Dicho esto, la película no es para todo el mundo.