Creo que casi todos los nacidos en los 90s, recordamos precisamente dónde estábamos y qué hacíamos cuando escuchamos en las noticias que se había producido un atentado en Madrid. El 11M, el día en que se abrieron las carnes de un país y nunca se pudieron cicatrizar. A la catástrofe, los muertos y la desgracia le siguió la mentira política. El acusar a unos y otros, peleándose en una guerra demagógica mientras que los verdaderos perdedores yacían en las vías siniestradas.
'Nos vemos en otra vida' es la adaptación de una novela de Manuel Jabois, en la que se narra la entrevista que el periodista realiza a Gabriel Montoya Vidal, alias "Baby", un chaval menor de edad que transportó una de las mochilas cargadas de explosivos desde Avilés hacia el centro de Madrid. Con 16 años, se convirtió en el primer condenado por los atentados pasando 6 años en un reformatorio. Un tiempo nimio que dudo que le sirviera para comprender la magnitud de lo que había hecho.

Parece que últimamente hablo mucho sobre la banalidad del mal, pero es evidente que el mal se encuentra en todas partes, no es un monstruo de tres cabezas, ni un demonio, ni un ente espiritual. Hay mal intrínseco en los seres humanos y luego hay seres humanos que toman malas decisiones en un momento dado. Siendo así, el mal es también un chaval de barrio metido en las drogas y el trapicheo, que acepta llevar una mochila de la que desconoce el contenido. ¿Cambia esto algo? El propio Baby dice en un momento: "Me arrepiento de lo que pasó, no de lo que hice". Con esta frase tan calamitosa no termina de asumir su papel, achacando todo lo malo que ha pasado a su difícil vida. ¿Puede una mala vida excusarte de tus pecados? ¿Somos jueces de la moral a cargo de los verdugos o, por el contrario, nuestro deber se debe a las víctimas y a conservar su memoria? Lo mejor de este tipo de series es que se muestran los grises, las líneas que se salen de los papeles pautados y como un grano de arena puede terminar acabando con la vida de 192 personas.

Una especie de true crime ficcionalizado que se ve del tirón, que engancha, cabrea y remueve conciencias.

Esta es una de esas series de que todo el mundo habla de lo maravillosa que es y a mi me suele dar pereza ver, viendo los comentarios que la ponen por las nubes. Y después de 10 años me he dignado a verla, viendo que tenia varias temporadas.
Y sinceramente no me ha gustado, me ha parecido lentísima y aburrida. Y sobre todo creo que el problema han sido la pareja de protagonistas con la que no he simpatizado nada. Entre el que va de machito alfa y el otro de bohemio con sus discursitos filosóficos que lo que hacia era desconectarme de la historia de lo pesado que se ponía.
Ya que en cuanto a lo que es el guion me ha parecido maravilloso la historia me ha encantado pues te atrapa desde el principio desde las pistas que van saliendo a el saber quien es el asesino y como puedes sospechar de alguno de los personajes.

Bajo la mirada de Caravaggio todos podemos ser arte en nuestros peores momentos y bajo la mirada de Tom Ripley, todos somos piezas de un ajedrez que seguramente termine en muerte. Rodada en un preciosista y casi aséptico blanco y negro, 'Ripley' nos sumerge de lleno en el personaje creado por Patricia Highsmith, una misántropa fascinante que prefería rodearse de gatos e incluso caracoles antes que con personas. La serie sigue a Tom Ripley, estafador de poca monta de New York que sueña con la gran vida que nunca ha tenido. Dinero y lujo es lo único en lo que puede pensar. Su aburrida vida da un vuelco cuando el padre de un antiguo conocido le pide que vaya a Italia para convencerlo de que regrese a casa. Tom ve su oportunidad de oro, viaja a Atrani y conoce a Dickie Greenleaf y, lo más importante, comienza a planear como ocupar el lugar de su amigo. Haciendo gala de un psicopatismo de libro, Tom Ripley va construyendo su juego en el que cada pieza parece especialmente medida bajo la mirada de la dolce vita, el arte de Caravaggio, los monumentos y los lujos de los que nunca disfrutó.

Seguramente no acabe destacando demasiado en el catálogo de Netflix por tratarse de una propuesta más intimista, pausada y que se toma su tiempo para construir la tensión a base de miradas. Pero a mí me encanta vivir en el Andrew Scott cinematic universe. Vivo para ello. Aunque él mismo dijo en una reciente entrevista que la gente tiene que superar 'Fleabag' de una vez por todas (irónicamente claro). Andrew cariño, hoy no será ese día.

Hablar de 'Dragon Ball' es hablar de la infancia misma. Del bocadillo de Nestlé o las Tosta Rica con leche al salir del colegio. Es hablar de esas terribles ganas de que se acabase el colegio, llegar lo más pronto posible a casa y ver si Son Goku conseguía vencer a sus rivales mientras tu madre te apuraba para hacer los deberes y tú no podías despegar los ojos de la televisión hasta que acabase el capítulo. Hablar de esta serie, es hablar de una parte fundamental de las vidas de muchos de nosotros, de un espacio seguro que nos hizo adorar a un niño con cola de mono, fuerte como nadie, inocente como un alhelí y que comía como 30 personas. Es hablar de aventuras y descubrimientos, pero también es hablar de lealtad, amistad, crecimiento personal y bondad.
El legado de Akira Toriyama es inmortal por todo lo que ha significado y sigue significando. Más de 20 años después, he vuelto a disfrutar de esta serie como esa enana un poco despistada que disfrutaba de las luchas, las risas y sobre todo, de la entrañable inocencia de Goku. Además, ¿quién no ha intentado lanzar una onda vital alguna vez en el recreo junto a sus compañeros?

Plus point si se ve en gallego, el doblaje es MAGNÍFICO.