Crítica de The Office por MartaPD

Diría que fácilmente puede ser mi comedia favorita. A pesar de que empieza un poco regular y hay que acostumbrarse a ese humor tan extraño que al principio genera más vergüenza ajena e incomodidad que otra cosa, es una serie redonda, con unos guiones hilarantes que son capaces de sacar todo el jugo a algo tan simple, gris y aparentemente aburrido como una empresa de venta de papel.

Cada uno de los empleados de Dunder Mifflin tiene una personalidad única y pintoresca, desde un Michael Scott que al principio puede llegar a ser el típico jefe insoportable pero a quien consiguen humanizar profundamente haciendo que le cojas muchísimo cariño, hasta todos los secundarios que en un primer momento parece que están más de fondo como Angela, Meredith o Kevin, entre muchos. Sorprendentemente no hay ninguno que sobre, a pesar de que todos tenemos nuestros favoritos. Ver The Office es taparte la cara de vergüenza ajena mientras te ríes con las ocurrencias más estúpidas de Michael, quedarte a cuadros con las rarezas arcaicas de Dwight, vivir la historia de amor de Jim y Pam shippeando cada pequeño avance a lo largo de temporadas y temporadas. Todo entre muchos MUCHÍSIMOS gags brillantes con los que a día de hoy siguen cayéndome lagrimones de la risa una y otra vez, da igual las veces que los vea.

Como punto negativo, quizás la alargan demasiado y la salida de algún personaje importantísimo se nota demasiado en las últimas temporadas, pero no le puedo poner ningún pero con un final tan bonito en el que cierran el círculo del formato mockumentary "explicando" la serie y poniéndole un broche de oro. Ver la vida pasar entre compañeros de trabajo que se convierten en una especie de familia. The Office es una metáfora de cómo lo más simple y cotidiano también puede ser lo más grandioso. Y de que lo que más importa a veces está en los pequeños detalles.