Siendo 'Los siete samuráis' una de las películas japonesas más influyentes de la historia estaba claro que tenía que existir una versión de ella en formato anime, aunque no fue hasta 2004, aprovechando el 50 aniversario de la obra de Kurosawa, cuando el proyecto pudo materializarse. La serie, pese a respetar la historia original —se mantienen incluso los nombres de los siete samuráis y sus personalidades—, nos traslada hasta un futuro distópico en el que la cultura tradicional del país nipón convive con grandes avances mecánicos, gigantescos robots pilotados por humanos y peligrosas naves de batalla. Un peculiar choque de realidades donde toda esa revolución tecnológica no se acaba de reflejar en el bienestar de la población, mucho más atrasada y todavía estructurada en las mismas clases sociales del Japón feudal. Ese contexto futurista aporta, como es obvio, un enfoque lo suficientemente novedoso como para que la serie forje su propia identidad, pero sin renunciar nunca a esa interesante exploración del honor, la justicia y la desigualdad que Kurosawa logró plasmar en su película.

A nivel técnico, lo cierto es que estudio Gonzo no escatimó en medios a la hora de animar la historia —hay peleas con robots que cuentan incluso con un CGI bastante conseguido para la época—, aunque el paso de los años no le ha sentado igual de bien que a otros animes coetáneos. Lo mejor en ese aspecto es sin duda su estupenda ambientación steampunk y su forma de conjugar lo clásico con lo moderno, ya sea en el apartado visual —de marcada estética retrofuturista— como en el sonoro, donde la música tradicional japonesa da paso a ritmos más industriales para crear una atmósfera realmente única. El irregular desarrollo de la trama es quizás su principal punto débil, ya que la historia original fue extendida hasta los 26 episodios (unas 9 horas frente a las 3 de la película), pero por suerte engancha lo necesario como para terminar cada capítulo y querer ver el siguiente. Entretenido tributo a la obra de Kurosawa y, al mismo tiempo, curiosa reimaginación de la misma que vuelve a demostrarnos, si es que hacía falta, que el legado del maestro nipón sigue y seguirá siendo eterno.