“¿Podemos decirles a los niños que sean coherentes cuando los adultos no lo son?”.

Pocas cosas son más satisfactorias que degustar un true crime bien hecho, bien estructurado y bien analizado, aun cuando eso haga que se te abran las carnes ante lo que estás viendo y escuchando en pantalla. ‘El caso Outreau: una pesadilla francesa’ es precisamente eso, una pesadilla de la que uno desearía despertarse y olvidar todo lo escuchado, porque ahí reside toda la maldad concentrada del universo. En tan sólo cuatro episodios, se narra como cuatro niños denunciaron a sus padres por abuso sexual y torturas que me niego a repetir. En estos abusos, los niños reconocen que hubo muchas más personas implicadas, desde vecinos hasta una panadera, un cura e incluso un alguacil. De forma que las víctimas comienzan a escalar en número, de cuatro pasamos a tener a por lo menos doce niños víctimas de todo tipo de tropelías jamás imaginadas.
El problema se presenta cuando muchos de los adultos señalados parecen no tener nada que ver con la familia central del caso, la que ha acusado a todos: Thierry Delay y Myriam Badaoui, los padres de los cuatro niños que parecieron fabricar una red de pedofilia que parece no terminar nunca. Otro gran problema reside en si creer o no creer en la palabra de los niños, ¿es un niño más mentiroso que un adulto en un juzgado? ¿Qué podría motivar a un niño a inventarse semejantes historias contra sus padres? Sinceramente, creo que a veces es más fácil creer a un niño que a un adulto, porque ellos están desprovistos de todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años y sólo pueden contarte sus sensaciones y su verdad. Obviamente son especialmente sugestionables y propensos a decirte lo que quieres oír, pero a mí la sensación que me queda es que hay gente absuelta que debería estar entre rejas.

Una historia de las más impactantes que he visto, remarcada por un escándalo judicial sin precedentes que se podría haber evitado si el sensacionalismo se hubiese dejado en la puerta y no en las tribunas.