Todas hemos sentido alguna vez el peligro el nuestras carnes. Todas hemos tenido esa sensación de agobio y terror volviendo a casa solas de noche, ansiando llegar cuanto antes para poder estar a salvo. Los frenéticos latidos de tu corazón, las ganas de desaparecer, el miedo más puro. Pero ¿qué ocurre cuando la persona que más daño te puede hacer vive contigo en tu casa? No hay refugio posible ni escapatoria, solo existe la supervivencia. 'La asistenta' es la historia de Alex y su hija Maddy. Es la historia de cómo Alex deberá volver a coserse sus alas rotas, salir del agujero y luchar por un futuro mejor para su hija y para ella. Para lograr ser una persona autónoma, Alex escapa de casa y se convierte en limpiadora. Compagina su precario trabajo con la escritura, lo único que le proporciona un momento de evasión y de reconocerse a sí misma frente al papel. Para ser la persona que necesita ser deberá luchar contra su ex pareja, su padre, su madre, el Gobierno y contra ella misma. Porque cuando te has perdido a ti misma por completo, todo lo que hace falta para reaccionar es un simple "click".
La miniserie navega sobre ciertos puntos problemáticos tratándolos con una gran delicadeza. La importancia de identificar, tratar y condenar el maltrato psicológico es urgente para poder ayudar a las víctimas de una violencia silenciosa y alienante de la que nadie parece ser consciente. Brillante Margaret Qualley en un papel sensible, emotivo y desgarrador que conecta perfectamente con los espectadores. Mención especial también para su madre en la realidad y la ficción, Andie MacDowell que es una auténtica fuerza de la naturaleza.

Seguramente sea la miniserie del año, con la interpretación del año y la historia más bonita del año.

Bueno, que decir de esta serie que no se haya dicho, va a ser difícil.

Me pareció que cuenta con un buen inicio, como con cierta chispa, aire fresco, a pesar de la situación, pero que hace que te intereses en su personaje, en su historia y quieras que todo vaya genial, pero ya veremos que de eso poco. Me gustó que a pesar de los continuos "encontronazos" que le daba la vida, lo seguía y lo seguía intentando.

Podría servir como crítica ante los miles de casos que por desgracia viven las mujeres y no logran "despertar" y/o salir de ese problema. Utilizo lo de "despertar" por como se desarrolló un determinado capítulo.

Me ha parecido una serie natural, bastante entretenida y que cuenta con buenisimas actuaciones en las que nombraría a Andie Macdowell en su "locura", y a Margaret Qualley en su constante lucha.

Yo la recomendaría, podrías engancharte a ella.

Me ha parecido un acierto que se visibilice la violencia psicológica, y me resuena aún el comentario de la protagonista de "no quiero ocupar plaza en un refugio, mejor que se lo den a alguien maltratada de verdad", como si las cicatrices del alma sanaran mejor que las físicas. Porque el lastre mayor para cualquier tipo de víctima es sentirse sola, pensar que es un caso único en el que tiene la culpa de no hacer las cosas bien, de no poder apreciar que, igual que existen patrones más o menos definidos que su agresor comparte con el resto, hay otras víctimas donde encontrar solidaridad y empatía, que la vergüenza que sientes no te corresponde a tí. El tránsito desde la arcana pero no extinta visión del "algo habrá hecho", el "cada pareja es un mundo donde nadie debe meterse", al "no estás sola". Porque la soledad es tortura.

Las actuaciones de las dos protagonistas, geniales.

Más allá del evidente tema de la violencia de género. Organigrama de la miseria en todas sus vertientes; cultural, económica, asistencial, moral. Un sistema podrido, dispuesto en un laberinto concéntrico, como el Infierno de Dante, cubierto por un burópata techo de cristal que impide que te saltes ninguno, que tomes atajos. Que la miseria es multifacética, y no sólo está en la cartera. Aún así, los estamentos dedicados al apoyo pretenden tratarla mediante departamentos estancos, interdependientes pero no interconectados... la esquizofrenia administrativa y su violencia sistémica, alimentando la pobreza sistémica. Si el panorama ya es desolador para cualquiera, imaginemos cómo debe ser para quien, de repente ( y de golpe), se convierte en paria.

Me ha venido el recuerdo de un monólogo de la película Comanchería: "Siempre he sido pobre, igual que mis padres y mis abuelos. Es como una enfermedad que pasa de generación en generación y se convierte en una epidemia, eso es lo que es, e infecta a toda la familia"