Críticas de Cinema Paradiso

Esta es la obra maestra de Giuseppe Tornatore, que es un conmovedor trozo de vida y un deslumbrante pasaje cinematográfico ....
En efecto, ¡era muy difícil contar una historia cuyo actor principal es el séptimo arte!
Pero eso sin contar con el talento del cineasta para plasmar con pasión esta historia de amor en la gran pantalla...
La historia se desarrolla en un pequeño pueblo de Sicilia después de la Segunda Guerra Mundial. Los habitantes son pobres, el cine es su única distracción. Esta película nos muestra su nacimiento, su apogeo y su desaparición por la aparición de la televisión.
Premiada en el Festival de Cannes se permite escribir una sencilla y bella historia de amor, acompañada como siempre por el maestro "Morricone" que con su sublime "Love Theme" casi acerca las líneas de un guión bien llevado a su director.
Es una película nostálgica sin ser retrógrada, conmovedora, sensible, romántica...
Es ante todo una verdadera película de amor, para este niño que descubre el amor en el cine, luego el amor al cine y finalmente, cuando crece, el amor, pero que nunca se desvía de su sueño de hacer de ello su profesión. Pero también es el amor de un anciano por ese niño que crece a su lado, que le salva la vida y del que aprende todo sobre la vida, incluso a volar con sus propias alas. Por último, está la historia de amor entre Salvatore y Elena, la guapa hija del banquero, en la que el director, en unas pocas escenas soberbias, transmite más emoción que muchos otros cineastas en toda una película...
Un cine que vivía, a pesar de la censura religiosa, donde la gente aplaudía, abucheaba, se pasaba el pañuelo para las escenas lacrimógenas... Pero la escena de la destrucción del cine, lejos de querer decirnos que "antes era mejor" es sólo una referencia al progreso que pasa y a veces borra lo que adorábamos.
El final de la película es de una belleza impresionante y las lágrimas de Jacques Perrin dejan una huella indeleble.

Y para culminar esta magnífica oda de amor al cine, la banda sonora de Ennio Morricone ("Totò e Alfredo") :)

No acostumbro a poner la etiqueta de “carta de amor al cine” pero creo que esta es una de las pocas películas que se lo merece. Se trata de una película costumbrista sobre la vida del joven Totó en el pueblo de Giancaldo, su relación con el cine local Cinema Paradiso y su lazo de amistad con su viejo proyector Alfredo. Decir que el cine es el corazón de la película, pues es lo que lleva a estos personajes a conocerse, los acompaña durante gran parte de la cinta como lugar de encuentro, pero que también deja sentir su presencia con las proyecciones (como la del cine de verano)…ni que decir que el cierre ocurre dentro de un cine con una de las escenas más icónicas del mundo. A su vez como documento histórico es impecable, pues nos permite conocer la vida rural de la Italia de postguerra, el poder de la iglesia, la educación, el papel de la mujer… Se nota que hubo mucha química entre los protagonistas porque sus actuaciones son magistrales y la evolución de ambos personajes es soberbia. El verdadero sentido de la película es precisamente la relación de cariño y respeto que sienten los dos personajes, como la inocencia de Totó ayuda a rejuvenecer a Alfredo y a sacarlo de su aislamiento, mientras que los consejos y lecciones de Alfredo ayudan a Totó a afrontar la vida. Su duración se pasa en un suspiro y su final emotivo llega al corazón y se queda en la memoria. Una obra maestra.

Si has crecido en un pequeño pueblo y has escuchado a tus padres o abuelos hablar del "cine del pueblo" con un único trabajador y su proyector, ese cine que se vivía como un gran acontecimiento porque no había otra cosa o, si incluso has vivido esa situación, algo que con los grandes multicines actuales situados en ciudades o grandes centros comerciales en donde estrenan semanalmente las películas que toquen, nos suena a un sueño del pasado. Este atisbo de nostalgia es lo que diría que es Cinema Paradiso.

Los habitantes de un pequeño pueblo italiano en el contexto histórico tras la II Guerra Mundial viven el cine como uno de los pocos divertimentos existentes en su entorno. Entre las travesuras e inocencia de Toto y los enfados y el corazón de Alfredo vemos crecer una relación intergeneracional en la que el cine (pero el cine de la sala de cine, el proyector, las enormes cintas de bobina con las pelis, las butacas...) es el centro de todo. Pero también lo es crecer e ir dejando atrás momentos que, aunque cuando los vives no eres del todo consciente, nunca vuelven a repetirse.

La primera vez que vi Cinema Paradiso lloré y me pilló de sorpresa porque no tiendo a ser de las que lloran con cualquier película. Me di cuenta de que era especial y de que había conectado con una parte de mí que quizás no tiene tanto que ver con el cine, sino con los recuerdos felices de la infancia y con el paso del tiempo. La preciosa banda sonora te envuelve y cuando llega esa escena final los lagrimones caen sin que puedas remediarlo.

Hay algo puro y bello en Cinema Paradiso. Es conmovedora y sencilla, sin dejar atrás la dureza de su propio contexto histórico. Melancólica y nostálgica, sin recrearse en lo perdido y lamentarse con el manido "cualquier tiempo pasado fue mejor". Es simplemente entender que la vida pasa y que, cuando echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que muchas cosas no volverán, que duele porque la gente se va y las cosas cambian inevitablemente. Y es triste, pero también es bonito.

Una obra que rebosa por todos lados amor al cine y amor a la vida a través de un retrato costumbrista a la par que nostálgico, donde, a pesar del paso de los años desde los tiempos de la mojigatería simplona de la censura, el consabido "la letra con sangre entra", o el usual analfabetismo, en que la plaza estaba vacía totalmente de vehículos (que no de vida), excepto cuando llegaba el coche de línea, hasta que por necesidades de espacio, se ha de derribar un edificio tan simbólico como el Paradiso para poder construir un aparcamiento en una plaza ahora abarrotada de utilitarios, sigue habiendo cosas que nunca cambian ("la plaza es mía").
Muchos personajes entrañables, pero sin duda la palma se la llevan Alfredo y el Totó niño. La banda sonora de Ennio Morricone también ayuda lo suyo. Pocas películas tan bellas como ésta, lo que la convierte en una apuesta segura para recomendación.

Una de esas "películas con mayúsculas" creo que todo el mundo debería verla al menos una vez, una carta de amor al cine tanto en su argumento como en todos los elementos que la conforman, fotografía, actuación, montaje, banda sonora que es de quedarse sin palabras. Una película que te muestra lo hermoso que es el cine y con una belleza y una sensación de melancolía que pocas veces he visto, totalmente recomendable. Aparte de lo objetivamente buena que sea (que eso siempre es relativo) por todos los aciertos que tiene en todas sus partes como obra, a mi personalmente me hizo llorar desde que empezó hasta que terminó y es algo que también valoro positivamente.

Hay veces en las que un título no es más que un mero enunciado con el que identificar algo, y otras, como es el caso que aquí nos ocupa, en las que un título puede describir perfectamente toda la esencia de la obra a la que se refiere. Y es que 'Cinema Paradiso' es capaz de recoger, en tan solo dos palabras, todo el espíritu de esta maravillosa e inolvidable película, pues el cine sirve a la vez como refugio y paraíso para nuestro protagonista, Totò, un niño que vive en un pequeño pueblo italiano tras la Segunda Guerra Mundial. Allí conocerá a Alfredo, el proyeccionista, quien le enseñará los entresijos del cine y las películas al tiempo que ambos nos embarcan en un viaje a través de la juventud, la amistad, los sueños, el paso del tiempo y la nostalgia. En resumen, un viaje a través de la vida misma.

Y, como todo buen viaje vital que se precie, si hay algo en lo que 'Cinema Paradiso' destaca es en su capacidad para cambiar algo de nosotros y tocar esa fibra especial que, de alguna manera, puede provocar que no seamos los mismos que éramos antes de ver estas más de dos horas de experiencia cinéfila. Quizás sea porque todos hemos sido Totò alguna vez y hemos tenido a alguien como Alfredo en nuestras vidas y, si no, seguro que habríamos querido tenerlo. O quizás por la acertada representación de todo aquello que fue y el tiempo dejó atrás; de todos esos momentos de la infancia en los que éramos felices y no lo sabíamos; de todos esos fragmentos del pasado que, como fotogramas de una vieja película, se van desgastando con el inevitable paso de los años. No sé, hay muchos motivos, pero si de algo estoy seguro es de que todo lo anterior no funcionaría tan bien sin la banda sonora de Ennio Morricone, quien realizó aquí uno de sus más emotivos trabajos. A destacar el tema "Totò & Alfredo", una de esas piezas que es posible conocer sin haber visto siquiera la película.

Una carta de amor al cine y también a la vida, porque, como bien cantaba Luis Eduardo Aute: "Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son".

Nunca había visto esta película entera. Nos pusimos a verla mi familia y yo antes de las campanadas, pausamos para pasar de año y la seguimos viendo, fue como de transición.
Preciosa, nostálgica y con un final de lagrimones gordos.

Una pelicula muy bonita, una BSO sensacional, una de esas peliculas que hay que volver a verlas a pesar que pase el tiempo.

Cinema Paradiso es una película dramática italiana.

Es una película que nos sitúa en la Sicilia post Segunda Guerra Mundial, y nos presenta a un niño con mucha curiosidad y fascinación por el cine, con algunos problemas y que querrá entablar una amistad con el proyectista del cine.
Realmente la película son los recuerdos de un hombre de cierta edad, sobre su infancia y parte de su adolescencia.
Es una historia de amor y amistad con el cine como hilo conductor, y en la que el cine es un actor protagonista más, estando muy presente en los recuerdos de nuestro protagonista.
La película nos recuerda lo mágico del cine a través de los ojos de un niño, el poder evasivo a través de los ojos de los adultos, así como el poder de entretener, emocionar o de conmover, con una gran banda sonora compuesta por Ennio Morricone.
Es una historia conmovedora a la italiana, llevada con mucho tacto y encanto.

Una obra de arte, simplemente y el montaje del director es genial