Redactada: 2018-03-11
El atractivo de la violencia en el celuloide es evidente; la fascinación por el héroe que se coloca en el otro lado de la ley para compensar la falta de escrúpulos de los villanos, aplicando sus mismos métodos y decantando la justicia universal hacia el lado correcto ha llenado salas a través de western, cine negro, películas de acción, aventuras, etc. Las líneas deben estar claras para que el espectador no encuentre conflictos morales; los malos deben ser evidentemente malo y el bueno debe ser ejemplar. Luego, yo lo situaría hacia los años 70, el cine empezó a matizar todo ello, acercándolo a la vida, incluyendo conflictos en ambas partes de la ley y consiguió contar historias más creíbles, pero menos contundentes.
The Equalizer se sitúa al margen de matices, los malos son absolutamente detestables y eso justifica todo lo que les pase; los buenos son completamente diáfanos y eso justifica sus métodos. La violencia, según ese planteamiento, no es violencia sino justicia y cuanto más estricta, más contundente. Fuqua juega al exceso con la determinación del que sabe que construye un superheroe, sin fisuras, sin debilidades, sin puntos oscuros, una figura que el ciudadano, indefenso ante poderes que le superan, desprotegido por los que deberían ejercer esa labor de defensa, se encomienda a la figura del protector, del justiciero, del superhéroe. Y eso, al margen de otras connotaciones éticas, describe una sociedad a la que, en último término solo le queda encomendarse a Dios,
Guion
3 ✮
Banda sonora
0 ✮
Interpretación
4 ✮
Efectos
3 ✮
Ritmo
4 ✮
Entretenimiento
4 ✮
Complejidad
3 ✮
Sentimiento
3 ✮
Duracion
0 ✮
Credibilidad
3 ✮
Fotografía
0 ✮
Dirección
4 ✮

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