Crítica de La toma del poder por parte de Luis XIV por Migatoyyo

Empezaré diciendo que 1966, año de realización de la película, es a la historia del cine lo que el siglo XVII a la Historia universal, es decir, que si nos parece que se nos narra una época muy lejana, también lo hace desde una narrativa cinematográfica que puede parecernos muy alejada de los modos actuales.
Rossellini, un director que es de todo menos sencillo pese a la aparente linealidad de muchas de sus propuestas, nos ofrece un muy interesante ejercicio de acercamiento historico bajo la premisa de reflejar los hechos con la mayor fidelidad, si es que eso es posible, a la par que nos regala un retrato del poder y de su ejercicio muy interesante.
La toma del poder del que sería conocido por la Historia como el Rey Sol y que en las breves reseñas que le describen en los libros de historia que conforman nuestra "cultura general" lo exponen como un personaje trivial, engreído y primer eslabón de la ruina financiera del sistema monárquico francés es presentado por Rossellini como un ser político, cuyas decisiones de afianzamiento de la vida cortesana responden a una estrategia de afianzamiento de su poder, una disección del absolutismo que debería proyectarse en todos los institutos.
Más allá de su rtmo pausado y su ausencia de grandilocuencia, tanto visual como dialéctica, la película ofrece un puñado de escenas memorables: el diálogo entre los médicos que atienden al Cardenal Nazarín (hoy los llamaríamos comité de expertos), la escena donde la corte despierta a los reyes con todo su boato, la reunión entre Colvert y el rey en la que se fijan las líneas de su mandato, la reunión con los sastres, la preparación del banquete real... es decir, un ramillete de escenas que pretenden mostrarnos un modo de vida, confrontándolo a nuestras costumbres.
Un punto en contra, la monocorde interpretación de Jean Marie Patte en el rol de Luis XIV, pero conociendo a Rossellini, si le pareció que debía ser inerpretado así, por algo sería.