Redactada: 2020-03-15
Mi contacto con el cine de Miyazaki ha llegado tarde, pero ha llegado. Cada vez que veo alguna de sus obras me maravilla su mundo interior, su ingenio y su arte. ‘La princesa Mononoke’ es una preciosa fábula que reivindica nuestro único y común origen: la naturaleza. La naturaleza es el nexo que nos une y estamos destrozándola día tras día. Somos avariciosos, codiciosos y desalmados. Somos criaturas que agotan todos los recursos de la tierra e imploramos por más. Esta película es una señal de atención para la reconciliación entre los seres humanos y el medio natural, es el símbolo de la lucha eterna contra el ansia de poder y la escasez. La simbología de los dioses y los diablos me parece magnífica, reflejando que, al fin y al cabo, todo se reduce a la eterna lucha del bien contra el mal. El problema radica en que, en muchas ocasiones, no sabemos qué es el mal y qué el bien; aunque siempre nos quedará la esperanza de cambiar y comprender porque como se dice en la película: “la vida es sufrimiento y dificultades, el mundo y el hombre están malditos, pero aun así insistimos en vivir.”
Una obra muy emotiva, fascinante y mágica a la hora de narrar la especial relación que comparten Mononoke y Ashitaka.
Guion
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