Crítica de Drive my car por Selasor

Redactada: 2021-09-08
'Drive my car' es la mayor cumbre que ha alcanzado el cine de Hamaguchi hasta el momento. Una obra en la que se condensan elementos presentes en muchas de sus primeras películas, como la introducción del teatro que era el alma de 'Intimacies', la infidelidad de 'Passion' o la complejidad emocional de 'Asako I y II.

Por lo que tengo entendido, la obra se inspira en un relato de Murakami pero difiere bastante del mismo. Dentro de sus tres horas de duración podemos diferenciar claramente dos partes separadas entre sí por un salto temporal. La primera hace hincapié en plasmar la peculiar relación entre el protagonista y su mujer, con un tono sensual por momentos que le sienta muy bien. Esta parte introduce la complejidad emocional que rige su relación y que será la base para las segunda parte, que ocupa prácticamente las dos horas posteriores del metraje.

En esta segunda parte es donde se introduce por fin al personaje principal femenino, una mujer joven poco habladora y muy diligente con su trabajo con la que el protagonista conectará a través del dolor y de las cicatrices que han marcado sus vidas, creando entre sí un vínculo que conseguirá calmar y consolar el dolor que ambos arrastran de una forma muy íntima y sincera.

Hamaguchi ya había usado el coche -o el metro- en otras de sus películas como espacio íntimo para desarrollar conversaciones profundas, pero aquí está en otro nivel. Especialmente interesante el uso del propio silencio para intensificar las pocas palabras que se recitan en ciertos momentos. Hamaguchi siempre maneja esto de una manera que resulta cautivadora.

La integración de la obra de teatro es un elemento muy interesante, tanto por el carácter multilinguístico de la obra como por la forma en que exprime la posibilidad de introducir personajes secundarios que alimentan la trama principal. Los ensayos y la ejecución de la obra se llevan algunos de los mejores momentos de la película, especialmente con la mujer coreana muda que interpreta mediante el lenguaje de signos.

Todo esto hace que las 3 horas de metraje transcurran con una velocidad pasmosa, a diferencia de lo que ocurría en 'Happy Hour' donde los minutos pesaban más. Sorprendentemente, no es una película densa pero tiene un calado emocional muy profundo. El contraste entre la complejidad emocional y la sencillez con la que va poco a poco liberando ese nudo es maravillosa. El estilo de Hamaguchi, especialmente en esas conversaciones sin cortes donde los diálogos y el silencio se dan la mano, me resulta completamente arrebatador.

Es, sin duda, una de las mejores películas japonesas actuales que he visto en mucho tiempo.
Guion
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