Biopic crepuscular sobre Judy Garland que recomiendo sólo a fans de la artista.

Explora superficialmente las consecuencias de la infancia de la muñeca rota por excelencia de Hollywood. A los trece años la atiborraban de pastillas para trabajar, somníferos para dormir y cigarrillos par perder el apetito hasta que ya no les sirvió. Después tuvo que lidiar con las adicciones que el estudio (y su madre) le habían provocado.

Hay poco más que destacar aparte de la actuación de Renée Zellweger y la reivindicación de una artista juvenil que tenía dotes para el drama, la comedia y una voz cristalina. También he disfrutado con los flashbacks, porque Judy y Mickey Rooney están bastante clavados a la época de las películas de Andy Hardy.

Es bien cierto que los Oscar y los biopics siempre han ido de la mano, de forma que este año no iba a ser una excepción y nos encontramos con la recreación de la vida de Judy Garland. Una niña prodigio de la televisión, explotada hasta la saciedad por sus padres, productores, directores y demás gente envuelta en los proyectos en los que participaba la que entonces era tan solo una cría. Su infancia y adolescencia brillaron por su ausencia, con jornadas de trabajo maratonianas que la dejaban exhausta. Siendo ya una mujer, el alcohol era su fiel compañero ayudándola en su autodestrucción, causada por ser utilizada tantos años. Es la suya una de las historias más tristes de Hollywood y también de las más inspiradoras, porque su voz llegaba a todos los rincones aun cuando ella estaba rota. Siendo así, no es nada fácil dar vida a un personaje como este y por eso quiero resaltar el trabajo que realiza aquí una irreconocible Renée Zellweger. Se mete en la piel de una mujer torturada, explotada y cansada de vivir la misma vida una y otra vez, y lo hace de forma asombrosa. También brillante Darci Shaw, dando vida a la joven Judy.
La película en sí, tiene un cierto regusto a telefilm, es bastante plana y únicamente destaca cuando Judy sale a escena y lo ilumina todo. Le falta emotividad, profundidad y sentimiento. En definitiva, una actuación antológica para una obra que no cumple las expectativas.

Película que cuenta muy por encima otra de las tantas explotaciones infantiles en Hollywood, esta vez de la famosa Judy Garland del mago de Oz. Y como eso, le repercutió durante el resto de sus días.

No tiene mucho mas, a parte de la interpretación de Renee Zellweger, que incluso es la que canta en la película y se mimetiza prácticamente con Judy. Puede que por eso se llevara el Óscar Renee, porque por el nivel de la película no pudo ser.

Aunque, por momentos, me ha parecido algo aburrida (evitemos el término "lenta" cuando nos referimos al nivel de entretenimiento, pues hay películas muy lentas extremadamente divertidas) y desigual en su ritmo, el biopic se centra en los últimos años de Judy Garlland.
Muchos de los que vean la película o lean estas líneas, tal vez solo hayan visto a Judy Garland en "El mago de Oz" (algunos ni eso), pues el tipo de cine que la otrora estrella protagonizo ha quedado hoy relegado al olvido, anticuado y alejado de los gustos del espectador y de los intereses de las productoras. Pero en su momento, Judy Garland fue una estrella sin parangón, que aquí se puede entender, por ejemplo, desde el fenómeno Marisol. A mi, su figura aún me llegó como una de las grandes, junto con el mítico Mickey Rooney, gracias a esas sesiones de tarde de TVE, en las que se podía ver todo ese cine. La película se centra en su ocaso (el que más y el que menos, habrá oído hablar de sus adicciones, su decadencia, su s intentos de suicidio, su prematura muerte...) y ofrece a la Zellweger un bólido con el que acercarse a toda velocidad a su segundo Oscar. Más allá de eso y de alguna escena indudablemente emotiva, la película flojea.Sin embargo, no quiero dejar pasar la ocasión para decir que es un film que me ha llenado de desesperanza, seguramente más por mis reflexiones que por sus propuestas, pues no hay lugar para la esperanza en un mundo en el que personas, ya no solo con el talento, sino con la sensibilidad de Judy Garland, Nina Simone, Billie Holiday y otras muchas, conocidas y anónimas, no encuentran su lugar de felicidad, de reconocimiento y de paz, mientras que se premian los valores de funestos depredadores, interesados y avariciosos. Los Louis B. Meyer, Trump o Botines del mundo diseñan su entorno a su conveniencia en el que no hay espacio para la sensibilidad, la fragilidad o la ternura.Alguno me podrá decir que sin Louis B. Meyer el cine tampoco sería lo que hoy es y que si Judy Garland no hubiera sido Dorothy, lo hubiera sido cualquier otra. A esos, yo les digo que es posible que así fuera, si no hubiera sido Judy Garland podría haber sido cualquier otra con su misma dulzura, fragilidad y emoción, No sería ella, pero sería alguien como ella. Sin embargo, el cine podría haber seguido siendo tal y como es sin la falta de escrúpulos de gente como Meyer, Weinstein y demás tiburones, sin necesidad de sustituirlos por otros iguales. En fin, tal vez esto se salga del comentario de la película en sí, pero es lo que me ha sugerido.