Críticas de No es país para viejos

A ver, para ser un thriller puede ser un tanto parsimoniosa aunque en realidad te están dando información continuamente y el ritmo es bastante adecuado. El que resulte más o menos aburrida va a depender mucho de la persona.
Bardem está tremendo (su corte de pelo no tanto xD), la fotografía es fantástica y con un final al que hay que prestarle la atención que se merece.

Los desérticos parajes del oeste de Texas sirven como escenario para 'No Country For Old Men', un atípico western moderno con el que los hermanos Cohen, adaptando la novela homónima de Cormac McCarthy, lograron dejarnos una más que interesante deconstrucción del género sin por ello renunciar a su esencia característica. El resultado se traduce en un western principalmente clásico en un nivel superficial, tanto en el lado estético —gracias a su ambientación áspera y polvorienta— como en el argumental —centrado en un jugoso maletín lleno de dinero que desatará una espiral de violencia a su alrededor—, solo que mucho más rupturista a un nivel narrativo. La estructura tradicional de este tipo de relatos da aquí un paso atrás para, en su lugar, dirigirse hacia un esquema bastante más arriesgado; uno que prefiere jugar con la simbología, con las metáforas y con sus propios códigos internos hasta desembocar en uno de esos finales que incluso hoy, más de diez años después de haber visto la luz, siguen dando que hablar.

Todo esto no quiere decir que 'No Country For Old Men' sea una película difícil de seguir y, de hecho, basta con observar el título para ver por dónde quiere llevarnos la historia. Las barreras de la moral de van desdibujando sobre un lienzo de pura violencia, provocando que los personajes se vayan moviendo en un universo en el que muchos de los valores de antaño, ya sea para bien o para mal, se han perdido hasta el punto de que los que un día creían que iban a comerse el mundo ya no sean capaces de encontrar su lugar en él. Al final ya ni siquiera podemos hablar de héroes y villanos —aunque ojo al tremendo papelazo que se marca Javier Bardem como sicario—, todos son peones en manos de la gélida inevitabilidad del destino. Un país que no es para viejos y una película que, desde luego, no es para todo el mundo, pero que sin duda consigue brillar en su desoladora representación de la condición humana y de la incierta naturaleza del bien y el mal. Quizás algo críptica en un primer visionado, pero, como el buen vino, mejora con los años.