John y Jeremy son dos solteros que comparten una afición: colarse en las bodas de desconocidos para degustar el menú y seducir a las invitadas que sueñan con encontrar marido.
No esta del todo mal este largometraje, sin pretensiones, que no vuela demasiado alto, es divertido, pero realmente nada más. Suelo tener problemas con Vince Vaughn, especialmente en las comedias. Así que qué te encuentras: una trama clásica, tras una primera media hora de delirio festivo que dejaba entrever una sátira fuera de lo común de las costumbres familiares americanas, el guión degenera en una espiral amorosa banal y torpe que huele a recochineo. A partir de ahí, aunque algunos gags son divertidos, la escritura de las situaciones y, sobre todo, de los personajes es tan poco inventiva como la dirección, particularmente plana. El hecho de que el dúo formado por Owen Wilson y Vince Vaughn no brille se olvida fácilmente por la presencia de un reparto excelente, que incluye al incomparable Christopher Walken, a la encantadora Rachel McAdams y, sobre todo, a Will Ferell, cuya aparición al final de la película es divertidísima. El espíritu bonachón que emana de esta comedia confirma a la alegre banda de Ben Stiller como dignos herederos de los hermanos Farrelly, pero también demuestra que tendrán que renovarse si no quieren caer en lo mismo de sus antepasados.
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