Es realmente complicado calcular el verdadero alcance que esta serie ha tenido en la historia de la televisión, pero si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que la infancia y la adolescencia de varias generaciones (entre las que me incluyo) no habrían sido lo mismo sin ella. El impacto social y cultural que 'Dragon Ball' trajo consigo solo es comparable con el que logró 'Pokémon' una década después, aunque con la gran diferencia de que la primera, estrenada en España en 1989, lo hizo en una época en la que la popularidad de la animación japonesa —al menos en nuestro país— todavía tenía mucho camino que recorrer. Era, de algún modo, el origen tanto del propio movimiento anime como de uno de sus más icónicos personajes: Son Goku, un niño con unas extraordinarias habilidades físicas, gran corazón y un magnetismo especial para los problemas y para encontrar rivales cada vez más fuertes con los que medir sus increíbles dotes para el combate.

Sin embargo, y a pesar de que las peleas se han convertido en la seña de identidad de la saga, 'Dragon Ball' es, ante todo, una historia de aventuras en su forma más pura. La búsqueda de las bolas de dragón —unas esferas mágicas con la capacidad de otorgar un deseo a quien logre reunirlas— es la excusa perfecta para que Goku, siempre movido por su curiosidad, su ingenuidad y su afán de superación, acabe recorriendo medio mundo, soltando galletas a diestro y siniestro y conociendo a personajes tan dispares y carismáticos como el tocapelotas y leal Krillin, la ambiciosa y decidida Bulma o el sabio y pervertido Maestro Roshi. Con este variopinto grupo de personalidades el humor estaba asegurado y, aunque su inicial tono desenfadado fue volviéndose poco a poco más serio, 'Dragon Ball' nunca perdió ni su toque cómico ni ese carácter familiar que siguen situándola como una combinación perfecta de acción, aventura, comedia y valores como la amistad, el compañerismo, el respeto por el rival o la importancia de no rendirse jamás. Una impecable receta para esta maravilla atemporal por la que los años parecen no haber pasado.

Hablar de 'Dragon Ball' es hablar de la infancia misma. Del bocadillo de Nestlé o las Tosta Rica con leche al salir del colegio. Es hablar de esas terribles ganas de que se acabase el colegio, llegar lo más pronto posible a casa y ver si Son Goku conseguía vencer a sus rivales mientras tu madre te apuraba para hacer los deberes y tú no podías despegar los ojos de la televisión hasta que acabase el capítulo. Hablar de esta serie, es hablar de una parte fundamental de las vidas de muchos de nosotros, de un espacio seguro que nos hizo adorar a un niño con cola de mono, fuerte como nadie, inocente como un alhelí y que comía como 30 personas. Es hablar de aventuras y descubrimientos, pero también es hablar de lealtad, amistad, crecimiento personal y bondad.
El legado de Akira Toriyama es inmortal por todo lo que ha significado y sigue significando. Más de 20 años después, he vuelto a disfrutar de esta serie como esa enana un poco despistada que disfrutaba de las luchas, las risas y sobre todo, de la entrañable inocencia de Goku. Además, ¿quién no ha intentado lanzar una onda vital alguna vez en el recreo junto a sus compañeros?

Plus point si se ve en gallego, el doblaje es MAGNÍFICO.

Para mi la mejor de todas las series de Bola de Dragón, puesto que es la que más escenas graciosas tenía, sin tanto relleno como Dragón Ball Z. Sinceramente es la única parte de la historia en la que me gusta Goku, puesto que al ser un niño se le perdona su incultura e inocencia. Tiene escenas censuradas, que no emitieron en su primera emisión en España por ser ecchi, teniendolas solamente de forma subtituladas, algo entendible pero muchas veces pierdes el hilo o sentido de las escenas.

Muy recomendable, es de esas series de anime que todos conocen y deberían ver al menos una vez, un clásico de culto.