Originalísima propuesta la que firma Ari Folman con la sorprendente 'The Congress', una afilada reflexión sobre el posible futuro de la industria cinematográfica y, al mismo tiempo, sobre el de la propia especie humana. Folman, adaptando libremente la novela "El congreso de futurología" de Stanislaw Lem, nos presenta una película dividida en dos partes bien diferenciadas, cada una con su propio estilo visual y narrativo, pero ambas conectadas conceptualmente en torno a ideas estrechamente relacionadas entre sí. La primera parte, rodada en imagen real, nos acerca a un futuro no demasiado lejano en el que las estrellas de cine, especialmente aquellas en el ocaso de sus carreras, se ven obligadas a vender sus derechos de imagen para ser convertidas en meros avatares digitales. La segunda, por otro lado, nos traslada a un caleidoscópico escenario animado donde buena parte de la población, mediante el consumo de fármacos, ha abandonado la realidad para vivir en un mundo virtual en el que, en teoría, todos pueden cumplir sus sueños.

Dos partes que, a priori, poco tienen que ver, pero que a fin de cuentas vienen a reflejar el cómo nuestra imagen, nuestra identidad e incluso la percepción que tenemos sobre ellas pueden acabar diluidas en esta vertiginosa era de la tecnología que nos ha tocado vivir. Ni siquiera hace falta irse a futuros distópicos como los que la película propone; tanto la comercialización de la imagen como la búsqueda de la evasión virtual son aspectos que ya forman parte de nuestro presente más tangible y que, viendo el imparable avance de la inteligencia artificial, seguirán modificando nuestra manera de entender el mundo que nos rodea. Quizás el desarrollo de la parte animada —de marcado tono surrealista— sea demasiado lisérgico para muchos, aunque a su vez es lo que convierte a 'The Congress' no solo en la impactante fusión de estilos y conceptos que es, sino también en una creativa crítica hacia la evolución del entretenimiento, a nuestra forma de consumirlo y a los límites que estamos dispuestos a cruzar en el proceso. Toda una experiencia que, como poco, da que pensar.

Toda la primera parte me ha parecido un ejercicio magistral de metacine, con Robin Wright interpretándose a sí misma en el "ocaso" de su carrera, o más bien viéndose obligada a ello. Y es que es una clara crítica a la industria del cine, a cómo jubilan a los actores, pero sobre todo a las actrices, cuando alcanzan determinada edad, o se ven obligadas a verse siempre jóvenes, normalmente a base de buenas dosis de bótox. Y no sólo eso, también muestra cómo los actores a menudo son un simple producto, o cómo muchas veces no pueden elegir, ni tienen voz ni voto, sólo están ahí para obedecer y hacer lo que les dicen y cómo les dicen, son esclavos de la industria, o cómo una mala decisión puede acabar con toda una carrera, a menudo reducida a un solo papel. Fuiste la princesa prometida, ¿pero quién es Robin Wright?

Me gusta porque por lo general se tiene a los actores y actrices por gente de éxito, con vidas maravillosas, todo les va bien, nadan en dinero... Pero aquí nos enseña que no todo es de color de rosa, y que hay que renovarse o morir, seguir la corriente o verse relegado al olvido. Y es gracioso que habla de que no quiere hacer ciencia ficción cuando ya está en una película del género.

Y luego la segunda parte me ha parecido una maravilla, no esperaba que me gustara tanto. Sigue con el tema del futuro del cine, las inteligencias artificiales, los avances tecnológicos... pero es que en sí mismo es arte. Los diferentes estilos de animación, los "cameos", las infinitas referencias mientras nuestra protagonista navega por ese mundo... Sin duda es toda una experiencia, hay que dejarse llevar por ella y todos sus colores y formas.

Muy recomendable, creo que es de las que hay que ver aunque sea una vez, aunque sólo sea por la curiosidad y la originalidad.

Versionar a Philip.K. Dick es complicado pero no imposible. Hacerlo con Lovecraft lo veo mision imposible, pero versionar al polaco Stanislav Lem es un lujo a la mano de unos pocos privilegiados. Solaris el más claro ejemplo por parte de Andrei Tarkovsky, no del churro que nos vendió Soderberg. Y Ari Folman que se marca un 'Congreso de Futurologia' para no dejar a nadie indiferente.
Con una primera parte sublime donde nuestra eterna princesa Buttercup se enfrentará a la cruda realidad (que ya no la vemos tan ficción) en que las nuevas tecnologías nos sustituirán. De hecho leí no hace mucho sobre una manifestación de traductores en Madrid que se quejan de que los están sustituyendo por I.A.
Carol Anne ya nos avisaba en Poltergeist : - ya están aquí,,,,,,
De la segunda me distanció por mi clásica animadversión hacia los dibus, aunque el bombardeo de personajes y referencias es tan ameno que se te pasa el tiempo volando viendo la flipada.
Estoy seguro que a Kubrick le hubiese encantado.

'The Congress' es una película alucinante y única. Dividida en dos partes con claridad: la primera, a través de imagen real donde se explora el futuro de los actores y su valor en la industria del cine; la segunda, un viaje animado fantástico, libre y desinhibido que proyecta un futuro distópico en el que las personas prefieren vivir una idealizada mentira y huir de la sobria realidad.

La primera parte plantea la posibilidad de escanear a un intérprete para que a través de su recreación codificada puede ser implantado en diversas nuevas películas. Una posiiblidad escalofriante por artificial y cercana a nuestros días. Ocurre lo mismo con esa segunda parte, donde hablaba de un futuro distópico pero también se puede interpretar como una realidad actual reflejada en esas personas que pasan la mayor parte de sus días inmersas en redes sociales tras un avatar que proyercta una imagen abstracta y ficticia.

Es una película compleja e hipnótica. Incluso si su final no remata por todo lo alto, no he podido apartar la mirada de la pantalla ni un momento. Robin Wright está genial, la BSO es una maravilla y la animación destaca en imaginación y diseño. Ari Folman consolida su genio en esta imprescindible obra de ciencia ficción.