Siempre he pensado que hay algo especial en ese tipo de películas por las que el tiempo parece no haber pasado, algo único que hace que sus historias, por muchos años que arrastren a sus espaldas, sigan resultando tan actuales ahora como lo fueron en su día. Es, de algún modo, algo mágico que podemos encontrar en maravillas como 'El bazar de la sorpresas' de Ernst Lubitsch, una encantadora comedia romántica cuyo carácter atemporal es capaz de destilar nostalgia y cercanía a partes iguales. Y es que hay algo absolutamente reconocible, familiar incluso, en la pequeña tienda del señor Matuschek que, ya desde el minuto uno, nos invita a adentrarnos en su particular microcosmos de personajes y, especialmente, en la complicada relación existente entre Klara Novak y Alfred Kralik, dos vendedores que se llevan como el perro y el gato. Un odio declarado que, curiosamente, convivirá con el amor secreto (e inconsciente) que ambos se profesan, ya que lo que ellos no saben —pero nosotros sí— es que cada uno es el destinatario del romance epistolar que mantienen desde hace tiempo.

Una premisa que posteriormente sería imitada hasta la saciedad y que aquí, todavía libre de cualquier desvirtuación de su fórmula, discurre desprendiendo un cálido aire de bondad y ternura que, además, se ve acentuado por el ambiente navideño en el que tiene lugar la película. Este agradable escenario no evita, sin embargo, que también haya hueco para lanzar alguna que otra crítica social hacia el consumismo desmedido, hacia el oportunismo de los que no dudan en aprovecharse de la desgracia ajena o hacia las falsas apariencias de los que utilizan el anonimato para fingir ser más de lo que realmente son (visión profética de las redes sociales). Un sutil tono satírico que, lejos de amargar la experiencia, aporta una capa extra de profundidad a esta entretenida historia repleta de personajes entrañables, diálogos ingeniosos y momentos para el recuerdo. Inolvidable cuento de Navidad para llenarse de optimismo, recuperar la fe en la humanidad y calentarse el corazón.

Pues una agradable película que si bien de primeras se ve venir como podría terminar, en este caso no es un problema, ya que hasta que llegamos a ese desenlace, es todo un placer como se va desencadenando todo.

-Una tienda, como cualquiera, en la que vamos a ver la relaciones entre los empleados, ese día a día, y además, esa forma de conocer gente mediante cartear.

En ese inicio nos vamos a topar con ese jefe, esos empleados, y poco a poco podremos vislumbrar como es cada personaje, también, vamos ya a notar esos peculiares e interesantes diálogos que van a predominar a lo largo de esta historia. Cuando te quieras dar cuenta, debido a ese buen ritmo, ya se te habrá pasado gran parte de la película, y habrás comprobado como "toca" diferentes temas como puede ser el profesional , en el que quieren conseguir esos beneficios en ventas o ese claro peloteo al jefe ,el sentimental, con ese romance anónimo sobre todo, pero también añadirse ese dolor del jefe por ese amor roto. . Y llegaremos a ese final, que sin duda es un buen broche para concluir esta historia que te va cautivando poco a poco.

Es bastante entretenida, amena, sus diálogos son de lo mejor de ella. También, es mérito que pese a no localizarse en muchos lugares, no haya sido ningún disgusto.
En general, hay un buen conjunto de actuaciones, desde el protagonista hasta cualquiera de los secundarios que aparece, pero por nombrar, pues claro, el señor James Stewart.

'El bazar de las sorpresas' es una estupenda comedia romántica. Muy divertida, simpática y entrañable con un gran pareja protagonista y un buen reparto en general. De esas películas que son chutes de energía positiva y te dejan con una gran sonrisa al final.

Uno de los grandes clásicos de la comedia romántica de los años 40's y de la historia del cine en general. Ernest Lubitsch muestra al espectador quiénes son los remitentes de las cartas antes de que los mismos protagonistas lo sepan, y así nos presenta un romance en ciernes entre personajes que no se soportan.

Pero también consiguen atrapar las historias del resto de empleados. Al final se les coge cariño a (casi) todos, el momento en que el dueño y el nuevo chico de los recados se van a compartir la cena navideña ha sido muy tierno,