‘Disomnia’ es una cutre-peli de tarde de domingo de Netflix con el único atractivo de contar con Gina Rodriguez (los fans de ‘Jane the Virgin’ entenderéis este amor que le profeso). Esa es la única motivación que me ha llevado a sumergirme en semejante patatal, porque esto tiene traca amigos. La trama nos sitúa en una realidad normal y corriente en la que por arte de magia todos los aparatos electrónicos dejan de funcionar y la gente deja de dormir. Jill, una exsoldado con más problemas que cualquier participante de Hermano Mayor, se erige en una madre coraje dispuesta a preservar la entereza de su hija a toda costa ya que es la única persona que parece poder dormir. Privados del sueño, los habitantes se vuelven rematadamente locos hasta el punto de querer sacrificar a una niña frente a todos y esto en un lapso de doce horas. Ojo, les das dos días y te montan un revival de Los Juegos del Hambre curradísimo. Si os soy sincera, puede que lo que más me haya gustado de esta obra (que por algo le he dado un dos y no un cero como una catedral) es el oxímoron que plantea su concepción. Para tratarse de una distopía en la que nadie puede dormir, yo me quedé un poco traspuesta en el sofá un par de veces. Lo digo sin acritud, pero lo digo. El problema de la obra es que no se toma en serio a sí misma desde el momento uno, no se explica en ningún momento el porqué de la situación y llegados a cierto punto, tampoco te importa mucho la verdad. El guion parece escrito por mi sobrino de dos años y eso me parece hasta feo, porque el muchacho se esfuerza bastante y tiene más imaginación desde luego.
Por si el surrealismo que alcanza fuese poco, el final es de juzgado de guardia. Me da igual que se trate de una distopía de sonámbulos marca Hacendado, ese final le dejaría cara de tonto a Ralph Wiggum. Ahí es nada.

Recomendable solo si la Dormidina o la valeriana no os funcionan esta noche.